La materia orgánica en la naturaleza

La materia en la naturaleza se halla en tres formas químicas: elementos, compuestos (dos o tres elementos) y mezclas de elementos con compuestos. En la Tierra existen 109 elementos químicos, pero sólo 92 son de origen natural. Cada uno de ellos tiene una estructura interna y unas propiedades únicas que las distinguen de los demás. Son como las letras del abecedario con las que podemos generar una gran variedad de materiales.

No obstante, dentro de esta riqueza hay cinco elementos básicos para la vida, que la Tierra contiene en abundancia: el hidrógeno (H), el carbono (C), el oxígeno (O), el nitrógeno (N) y el fósforo (P). Pese a su complejidad, el mundo vivo reposa sobre unas bases químicas sencillas que, sin embargo, en detalle se expresa también incorporando otros elementos en pequeñas proporciones (oligoelementos) pero esenciales para muchos procesos vitales.

La gran capacidad de la naturaleza ha sido dotarse de un poderoso mecanismo que recicla constantemente la materia viva a través del proceso de descomposición y mineralización. La vida en la Tierra ha perdurado durante millones de años gracias al reciclaje continuo de estos elementos.

El calcio acumulado hace millones de años por caracoles marinos convertidos en rocas es hoy día el sustrato de muchos bosques. La actividad de los microorganismos consigue arrancar el poder vital de estas rocas y convertirlas en suelo útil para el crecimiento de las plantas. Cuando fabricamos y usamos un producto, variamos la forma física o química de sus compuestos o elementos, pero
nunca creamos a partir de la nada.

Esta realidad se conoce como ley de conservación de la materia. La naturaleza muestra de modos diversos cómo la materia y la energía son sometidas a un proceso de renovación cíclico constante y dinámico. Todo organismo se convierte en la fuente potencial de alimento para otro. Así se establecen lo que se llaman cadenas o redes tróficas. Cada organismo ocupa una posición o escalón que llamamos nivel trófico de acuerdo con la cantidad de materia que aporta y de cómo esta materia crece.

Cada nivel trófico produce residuos como resultado de la transformación energética de los alimentos o materia nutritiva. Los residuos de las plantas y animales silvestres no son desechos inútiles sino una forma de materia que, aunque energéticamente pobre, sirve a otros organismos, que la vuelven a hacer aprovechable en el ciclo vital.

Los organismos que cierran y a la vez abren una red trófica son los descomponedores, que se alimentan de materia orgánica muerta y que en el proceso metabólico la mineralizan, haciéndola útil de nuevo para las plantas. Lógicamente, las sustancias que forman un ser vivo no son las únicas que se reciclan. En la naturaleza hay diversos elementos químicos como el agua, el oxígeno y el fósforo que, pese a formar parte de la estructura de los seres vivos, también describen su propio ciclo.

En definitiva, la naturaleza nos muestra que, ayudada por la energía solar, se puede luchar contra la progresiva degradación de la materia, sintetizando nuevas sustancias vitales, haciendo crecer organismos y manteniendo lleno de vida el planeta Tierra. En todo este proceso la aparición de la especie humana aporta una importante diferencia, en la medida en que su capacidad racional le permite sintetizar compuestos nuevos para los que la naturaleza no dispone de procesos fáciles de degradación, y por tanto se acumulan sin posiblidad de reincorporarlos en ningún ciclo natural.

La energía en la cadena trófica

Por otro lado, estos compuestos más o menos persistentes, y en la medida en que son extraños a la bioquímica de la vida, pueden convertirse incluso en tóxicos y peligrosos para el propio desarrollo de la vida. La capacidad de generar sustancias contaminantes por parte de la familia humana en los últimos siglos, pero muy especialmente desde el siglo XX, se ha convertido en el principal problema para propiciar una civilización sostenible, es decir, capaz de perpetuarse en el tiempo.

La vida de un tercio de los humanos se ha volcado en la creación de nuevos materiales que cumplan un requisito elemental: ser reciclables y no tóxicos para las distintas formas de vida. Actualmente, hemos creado decenas de miles de sustancias, y algunas de ellas se han convertido en auténticas pesadillas por su capacidad de destrucción de la vida (cancerígenas , mutágenas, etc).

Conocer y adaptar nuestro ingenio para mejorar la calidad de vida en los ciclos naturales es el principal reto del siglo XXI. El ecodiseño como concepto que explica esta nueva tendencia de crear materiales y objetos reciclables y no tóxicos representa una esperanza para el futuro de la humanidad. Esperanza que no será posible sin un estilo de vida más frugal.

Fuente: Manual de compostaje de la Fundación Terra.