El Sentido, o finalidad de la libertad

El objetivo de la libertad no es solamente la elección de opciones concretas, ni la configuración de la persona, que puede ser buena o mala, sino el bienel valorla virtud, que es lo que hace al hombre más humano.

La perfección de la libertad está en querer de tal manera el bien y en sentirse de tal manera identificado con él, que no se pueda hacer el mal.El poder hacer el mal no es un valor, sino una imperfección de la voluntad; no una fuerza, sin o una debilidad.

La posibilidad de actuar mal no es libertad, ni perfección de la libertad sino el riesgo de ser libre. Respecto al bien tenemos una relación esencial y natural. Con respecto al mal tenemos una orientación fundamental por defecto, por deficiencia, por ausencia. Al mal siempre tendemos como engañados; el error y el mal no constituyen al hombre. Son siempre un tropiezo y una especie de fracaso, su elección hace al hombre menos hombre.

La libertad no es tampoco una indiferencia, en tal caso seríamos más libres mientras más neutros llegáramos a ser. La esencia de la libertad la constituye no la posibilidad de elegir el mal, sino el hecho de elegir objetivamente el bien, de elegirlo voluntaria y conscientemente.

El paso de la infancia a la edad adulta implica el reemplazo de la obligaciónimpuesta desde el exterior, a la obligación interior que se recono ce y se acepta libremente. Estamos llamados a ser más libres de lo que hemos logrado ser.

El vehículo más profundo que puede establecer el hombre a través de sus decisiones libres, es el que establece con las personas. Sólo en la relación interpersonal encuentra una respuesta correspondiente al dinamismo de su libertad. Esta orientación indica el sentido de la vocación humana. El hombre es libre para la comu nicación con los demás, pero su libertad se extiende más allá de las personas con quienes trata.

Soy más libre de lo que los demás están dispuestos a aceptar o querer que lo sea. En la sociedad, nadie demanda mi libertad, ni necesita que yo sea libre; lejos de demandarla, los demás pueden incluso oprimirme. Y aunque el bien que realizo culmine en el vínculo con los demás, mi libertad sólo recibe su sentido pleno como respuesta a una llamada trascendente. (García de Alba, Juan Manuel: Ética Profesional, Págs. 127-129)