El Acto de elegir

Los hombres eligen, se deciden, adoptan una dirección en lugar de otra. A veces, inclusive, tienen que reflexionar seriamente frente a los varios caminos que se van proponiendo para poder decidirse y elegir uno, al mismo tiempo que desechan los demás.

Toda elección supone una renuncia. El hombre se ha visto en la penosa necesidad de tener que conformarse con un camino entre varios, no puede adoptar todos simultáneamente. Este aspecto de la libertad es uno de los menos explicados; pero es tal vez el que produce mayores zozobras en el momento mismo en que es eminente la decisión.

Lo anterior nos revela un aspecto negativo del uso de nuestra libertad. Pero no cabe duda que, por otro lado, se encierran grandes riquezas dentro de este hecho innegable en la vida del hombre: la elección.

Gracias a esta facultad de elegir, el hombre se hace dueño de sus propios actos; él es el señor desu conducta, es el artífice de su vida, pues elegir algo es lo mismo que elegirse, es decir, fabricarse el tipo de vida que se ha querido. Lo típico de la libertad es, pues, este poder de elección. Tomar un camino, adoptarlo y avanzar decididamente por él, tal es el requisito indispensable para poder hablar de libertad.