Carácter decorativo

En ocasiones se ha tomado al color como definitivo del carácter del objeto decorativo, al grado de precisar la expresión por el color.

Las ideas de clasificar de los siglos XVIII y XIX emplearon a los colores para definir caracteres expresivos: el azul representaba la eternidad, el infinito, la pureza, el vacío; el verde, expresaba ira, envidia, esperanza; el amarillo, representaba opulencia, enfermedad, pasión; el rojo, también representaba opulencia, amor, sangre, batalla, dominio; el morado, era la envidia, los celos, fuga, ausencia, vicio y en ocasiones, luto; el negro, en el color de ceremonia, fundamentalmente luctuosa. Los tonos pálidos, carecían de vigor para representar o simboliza otra cosa que pureza, inocencia, o candidez.

A los tonos neutros se les atribuyó un significado de indecisión, de falta de carácter, de personaje indefinido y a lo más de falsedad.

Estas ideas abandonadas desde hace medio siglo han permitido que las artes decorativas hagan representaciones contemporáneas sin tener que acudir forzosamente a los símbolos que durante dos siglos predeterminaron la presencia de los colores con significado simbólico en las funciones religiosas y especialmente en la escenografía, la que de acuerdo con las posibilidades actuales se ha liberado de toda esa simbología, que ambientaba la escena en el teatro del siglo XIX.

Estas definiciones no podemos considerarlas sino con un deseo de enciclopedistas de definirlo todo y ahora sólo aceptamos dos términos: los colores cercanos al rojo, como son el amarillo, el anaranjado, como jubilosos, alegres y los cercanos al azul como tranquilos, incluso deprimentes, advirtiendo que los tonos azules y verdes son los que menos molestan a la vista.

El color como elemento psicológico se ha venido considerando más por su carácter utilitario que por aquel que se desprendiera del agrado por su presencia, que no resulta grata por sí misma, sino por el confort que le proporciona la persona que lo admira.

Este valor psicológico se le ha otorgado especialmente en el tratamiento de algunas enfermedades o funciones de trabajo, que indudablemente pasan a crear en las personas que viven o trabajan en ese ambiente, estados de ánimo particulares unas veces sedante y otras excitantes; como ha sucedido en los últimos años cuando se han eliminado de las clínicas y hospitales los recubrimientos blancos para substituirlos con los colores que animen al paciente proporcionándole un ambiente hogareño.

Fuente: Apuntes de Confección de blancos y tapicería de la Unideg