Mito alimenticio primero

Primer mito

La causa del hambre es la escasez; tanto de alimentos como de tierra.

Atribuir el hambre a la escasez es una forma de culpar a la naturaleza de los problemas creados por el ser humano, no hay razón sin embargo, para culpar a nadie por los límites naturales de la Tierra. El hambre existe junto con la abundancia. Esto es lo indignante.

Si se consideran las disponibilidades globales, hay alimentos suficientes para todos. Más aun una porción importante de los recursos para producir alimentos se encuentran sin aprovechamiento alguno en muchas partes del mundo.

Se produce sobre la Tierra la cantidad de granos para proporcionar a toda la población suficientes proteínas y tres mil calorías por día, o sea, la ingestión de calorías del estadounidense medio, una tercera parte de esas calorías potenciales se emplea actualmente para alimentar al ganado. Esta dosis de tres mil calorías, además, no incluye frijoles tubérculos, frutas, nueces ni carne no producida a base de granos (soya).

Las estimaciones globales significan poco, salvo para desechar la idea, ampliamente difundida, de que hemos llegado al límite de la capacidad de nuestro planeta. Lo que importa es que existan adecuados recursos para producir alimentos en las áreas donde la gente tiene más hambre.

Tales recursos existen. Sin embargo, de manera invariable, se les subutiliza o mal emplea, a fin de atender las demandas de quienes ya se encuentran adecuadamente alimentados.

En la mayor parte de los países en que la gente está hambrienta, grandes terratenientes controlan, casi toda la tierra. Un estudio efectuado en 83 paísesmostró que poco más del tres por ciento de los poseedores de tierra, con 46 hectáreas o más, controlaba casi el 80 por ciento de toda la tierra agrícola.

Estos grandes terratenientes, empero, son los menos productivos. En un corte seccional de los países estudiados, se reveló de manera consistente que obtenían menores rendimientos por hectárea que los agricultores más pequeños, como se describirá más a delante.

Además, muchos grandes terratenientes, que retenían la tierra como inversión, no como fuente de aprovisionamiento de alimentos, dejaban sin cultivar considerables superficies.

Adicionalmente, la baja productividad en el Tercer Mundo refleja el hecho de que los campesinos pobres tampoco son tan productivos como podrían. Los terratenientes más grandes e influyentes monopolizan el acceso al crédito, a los servidos de extensión agrícola y a los mercados.

Tal subutilización de los recursos para la producción de alimentos caracteriza a todas las sociedades en que la tierra se encuentra controlada por unos pocos y en la que quienes trabajan la tierra no tienen control directo sobre los frutos de su esfuerzo.

En los países en que la gente está hambrienta, la tierra se utiliza poco y mal. Donde la mayoría de la gente tiene demasiado poco dinero para hacer valer sus necesidades en el mercado, los recursos para la producción de alimentos se encuentran al servicio de quienes pueden pagar: «las capas superiores de cada sociedad y los mercados altamente remuneradores del exterior. Se expanden de ese modo los cultivos de lujo, al tiempo que se descuida la producción básica».

La pauta que desvía los recursos para la producción de alimentos hacia los grupos que en la actualidad ya se encuentran bien alimentados continúa, incluso ante la perspectiva de hambruna.

Las exportaciones agrícolas de los países del Sahel aumentaron dramáticamente durante los primeros años de la década actual, a pesar del agravamiento de la sequía y del hambre generalizada. La escasez, en consecuencia, no es la causa del hambre.

La ilusión de la escasez es consecuencia de las extremas desigualdades en el control de los recursos para producir alimentos, que bloquean su desarrollo y distorsionan su empleo.