Salarios, condiciones de trabajo: un proceso de precarización

Se ha estado construyendo un modelo de país donde los conceptos de estabilidad, desarrollo y progreso social se han atado firmemente a los intereses del capital. Se ha insistido en todo momento que el crecimiento del empleo y el aumento de la masa salarial nacional en los años 90 son de entrada, signos de recuperación y desarrollo social.

En esta concepción se supone que los nuevos puestos de trabajo en la frontera norte o en los «clusters» industriales que fabrican autopartes y componentes electrónicos significan por si mismos la eficiencia social del modelo impulsado desde 1983.

En realidad tenemos que desde mediados de los años 80 y en lo que va de los 90, la creación de nuevos empleos y sus asignaciones salariales se han estado alejando de los preceptos constitucionales que relacionan al empleo y al salario como parte de una estrategia de desarrollo social. Impera ahora una visión estrictamente pragmática que resuelve en apariencia las necesidad es sociales y que sin embargo, tiene una función productivista muy clara.

Los responsables de la política económica, dignos emisarios de las políticas de la globalización económica, han introducido conceptualizaciones donde el pleno empleo o los salarios remuneradores son elementos que deben ser siempre ajustados a los niveles de rentabilidad y desplazamiento internacional de los capitales.

Es claro, la estrategia oficial mexicana es parte de una interpretación de la globalización, en el que se revela para el mundo del trabajo, tal como lo dice el último informe de la OIT, que el «trasfondo de los dos grandes motivos actuales de zozobra a propósito del tema del desempleo», está en «la mundialización cada vez mayor de las economías nacionales, que agravará una situación ya de por sí mala, y los ráp idos progresos técnicos, que están trayendo ‘un crecimiento que no crea empleos’ y anuncian el entierro de las esperanzas de lograr el pleno empleo«.

Por lo tanto, el derecho al trabajo y los salarios han ingresado a una fase donde su condición de precariedad tiende a dominar el escenario social. Eso quiere decir que la política de empleo será el impulso de puestos de trabajo temporales con raquíticos nivel de remuneraciones y exigencias muy estrictas en el desempeño laboral.

La figura del trabajador de la industria maquiladora de exportación, con niveles de salario que se mueven entre 1.5 y 3 salarios mínimos, el trabajo femenino en gran escala, el crecimiento del trabajo por tiempo y obra determinada, la flexibilidad y la polivalencia del trabajo para combinar actos productivos con inspecciones en la calidad de los productos, son todos expresiones de un fenómeno que se ha hecho extensivo a toda la nueva industria de exportación, a la sazón, la parte de la industria más protegida en México.

Este esquema laboral ha sido mantenido desde la estrategia oficial bajo el argumento de que salarios baratos harán más competitivo el área mexicana para atraer inversiones directas, en el sentido de hacer de México un «centro de manufactura de bajo costo«, donde la política laboral debe promover «el establecimiento de normas de competencia laboral, cuya estructura responderá a las condicion es actuales y futuras del mundo del trabajo» y «también en materia de relaciones laborales es necesaria una nueva cultura de colaboración.

Así el Plan establece que el gobierno respaldará aquellas propuestas consensuales que, con el propósito de generar oportunidades y mejores remuneraciones para la población trabajadora, promuevan, entre otras metas, el funcionamiento adecuado de los mercados ocupacionales y la certidumbre en la relación laboral para los trabajadores y los empresarios».

Este nuevo marco de adecuaciones han estimulado la formación de los nuevas zonas industriales para empresas productoras de mercancías de alta composición tecnológica (autos, electrónica, computación) y para una invasión de empresas proveedoras del más diverso tipo y origen.

Los costos salariales en México ya son célebres en el mundo empresarial internacional por su baratura: medido en dólares por hora, los salarios que se pagan en México pueden ser de un décimo o incluso un vigésimo en relacióncon lo que se paga a trabajadores del primer mundo. Si se considera el peso en los costos laborales, tenemos que las grandes empresas en México están pagando como nóminas totales (incluyendo personal de confianza, administrativo, directivo y obreros) entre el 3% y el 5% de los costos totales. Dentro de esto, las percepciones de los trabajadores sindicalizados (Salarios y Prestaciones) equivalen a cerca del 60% del valor de la nóminas anuales.

Simultáneamente, se ha logrado a partir de los nuevos sistemas de trabajo, que los obreros mexicanos estén dentro de los trabajadores más productivos en el mundo industrial. Los ambientes de desempleo y empobrecimiento paulatino de regiones completas actúan como el marco que apuntala o espolea la necesidad de obtener empleos precarios.

Dentro de todo esto, viejas conquistas del trabajo como los derechos por antigüedad al trabajo relacionados a prestaciones, son en este esquema, continuamente devaluados a cambio de una política que estimula la visión de corto plazo y que provoca un proceso de individualización y competencia cuyo beneficiario más claro ha sido el capital.

Fuente: Apuntes de Introducción a la Economía de la UNIDEG