Yo consumo, tu consumes

Yo consumo, tu consumes. El planeta se consume.

¿Necesito realmente eso que voy a comprar? ¿Tiene que estar esa luz encendida?

¿Tienen mis hijos e hijas demasiados juguetes que ya no disfrutan? ¿De dónde viene y a dónde va el agua que utilizo?

¿Por qué insisten tanto esos de la tele en que me compre un coche nuevo, fume esa marca de tabaco, lave con tal detergente y me ponga ese perfume?

Todos manifestamos estar preocupados por la degradación de lo que nos rodea, pero nuestra conducta diaria no es congruente con esta situación. En diversos análisis multidisciplinarios realizados en las últimas décadas ha quedado manifiesto que tanto en lo individual como en lo colectivo todos somos parte del problema en menor o mayor grado, y la resultante final de este examen es que la sociedad, hasta ahora, ha sido poco solidaria para cambiar los estilos de desarrollo depredadores locales, regionales y globales.

Cuando se requiere de acción y de compromiso personal, anteponemos nuestra comodidad y nuestra situación económica. Pocas veces renunciamos al consumo dañino. Tampoco cuestionamos o aceptamos la posibilidad de cambiar hábitos y actitudes.

En la mayoría de los casos no hacemos análisis respecto a nuestra vida diaria; pues cuidar la Tierra o mejorar el ambiente, exige renuncias, responsabilidad, civismo.

Esta actitud, en gran parte, es debida a la falta de información, aquella que no nos brindan las fuentes oficiales responsables de conducir a la sociedad, y también a una actitud de negligencia y desidia arraigada en muchos de nosotros.

Si aceptamos que somos parte del problema, forzosamente debemos ser parte de la solución. Debernos asumir un grado de compromiso personal cotidiano que inicie en lo doméstico: buscando diariamente estar mejor informados para que nuestras pequeñas acciones y decisiones diarias sean lo más concientes posibles y lo más amigables con nuestro entorno.

Estas acciones y cambios de actitud, multiplicadas por miles de personas, se convertirán en grandes remedios frente a los grandes males que, debido en parte a la falta de educación e información, todos estamos provocando.

Cada uno de nosotros en nuestras vidas diarias hacemos una serie de decisiones que acumuladas, afectan irremediablemente el medio.

En nuestra sociedad de intensivo consumo, la forma de comprar es uno de los factores que inciden en la crisis del medio ambiente. Compramos comida, ropa, artículos de limpieza, blancos, muebles, electrónicos, adornos y triques con las que invadimos nuestros hogares.

Todas estas cosas tienen un pasado, un presente y un futuro. Una caja de avena no aparece espontáneamente en tu alacena, ni desaparecen por arte de magia los pañuelos desechables del bote de la basura. También, aunque tú no te des cuenta, todos los artículos de limpieza se van por el caño y van a parar lejos de ti pero cerca de otro.

Todos los productos que consumimos tienen un origen lejano: ya sea en un pozo petrolero, en el campo, en una fábrica lejana; después pasan por manos de los distribuidores, llegan a los mercados, te lo comes o lo usas un tiempo, de ahí al caño o al basurero. Se consumen recursos naturales, energía, agua y se generan contaminantes en cada paso del proceso producción-distribución-consumo o uso-disposición.

No pretendemos decirte que ahora no consumas, ¡hazlo!, pero antes de comprar infórmate, raciona, reduce y responsabilízate en la medida de lo posible de tus compras.

Se trata pues, de efectuar acciones sencillas como: clasificar la basura, usar productos de limpieza que no contaminen, no desperdiciar el agua, ahorrar energía, hacer menor uso del automóvil, consumir menos desechables, fijarnos en lo que compramos.

Debemos procurar ser consumidores informados, concientes, responsables y críticos.

En resumen, todos votamos por algo o alguien cada vez que compramos o consumimos y le damos fuerza o se la quitamos al poder escoger.

Hace no mucho tiempo en México, nuestras costumbres hogareñas eran bastante diferentes a las de ahora; con la globalización económica, los medios masivos nos bombardean todo el día para que aprendamos formas de consumo bastante ajenas a las nuestras.

Nos están penetrando con una cultura de compra y tira. Nos incitan a comprar una cantidad excesiva de satisfactores totalmente innecesarios. y lo peor es que estamos cifrando nuestra felicidad en lo económico: «Mientras más cosas tengo, más valgo «. Esto es un absurdo, sin embargo, caemos todos los días en ese juego del poderoso mundo del comercio y las finanzas.

México aún es un país en vías de transición hacia la industrialización pero, desafortunadamente en ocasiones, observamos lo peor del mundo industrializado y lo peor del mundo en desarrollo.

Analizar esta situación dual es nuestra responsabilidad como ciudadanos: de esta forma podremos ir decidiendo nuestro propio rumbo.

Sobre todo si tomamos en cuenta que muchos de los pasos que han dado los países industrializados no son la mejor opción. Veamos, estas potencias mundiales tuvieron durante mediados de los setenta y la década de los ochenta una producción y un consumo exagerado de productos que contenían colores y sabores artificiales, hortalizas llenas de pesticidas, carnes repletas de hormonas; hubo también un exceso de generación de plásticos los empaques y los embalajes mientras más grandes eran mejor recibidos.

Todo esto provocó que una parte de la sociedad conciente empezara a cuestionar ese estilo de desarrollo tan derrochador y generó un movimiento que logró desde leyes y reglamentos, hasta la conformación de grupos que se organizaron con el fin de proteger la salud, el consumo, el ambiente.

Mucho se ha avanzado en estos países; sin embargo, en México, estamos muy retrasados para poder hacer valer hoy nuestras decisiones en un supermercado, en la producción de un automóvil, en el cómo se deben criar los animales o la forma de hacer agricultura.

Es por eso que como miembros de una comunidad preocupada por la salud y su medio tenemos que unirnos, para que nuestra voluntad sea transferida directamente a las acciones que desempeñarán las autoridades, los productores de artículos, comida, prestadores de servicios, etcétera.

Tarde o temprano los comerciantes, los productores, los industriales y todos los empresarios tendrán una nueva forma de competencia: ser el más armónico con el medio ambiente. Pero esto sólo se logra si la sociedad lo demanda, recuerda que de la costumbre nace el derecho. Y es nuestro derecho tener un ambiente sano y una calidad de vida digna.

Las páginas a continuación constituyen una guía práctica de pequeñas acciones que, desde el hogar o el trabajo, se pueden llevar a cabo para la protección del ambiente. Van dirigidas al individuo para sumar esfuerzos y lograr un desarrollo más armónico con nuestro medio; a dar un paso importante hacia una sociedad participativa, responsable y forjadora de un futuro mejor. Sabemos que se tiene que actuar en muchas direcciones y que debemos resolver problemas estructurales que dañan irremediablemente a nuestro país, sin ;embargo, debemos empezar por nosotros mismos, ¡ahora!.

Con un poco de información, educación y voluntad tú puedes ir girando el modelo de desarrollo porque tú escoges y votas todos los días por él.