Anteprólogo del Libro del Conde Lucanor et de Patronio

Cuento escrito por Juan Manuel. -Usted ignora sin duda, amigo mío, que yo soy primo de la segunda señora de G… ¡Pobre mujer! ¡acusarla del asesinato de aquella chiquilla que amó y que lloró tanto como el padre! Pues la única cosa cierta es que, efectivamente, la niña murió aquí, pero no por su propia mano ¡Dios Santo!, sino de una fiebre repentina, como un rayo, por lo que los padres le tomaron pavor a esta casa, y no quisieron volver a ella jamás. Eso explica que permaneciera deshabitada mientras ellos vivían. Después de su muerte, hubo interminables procesos que impidieron su venta. Yo la quería, la aceché durante años, y le aseguro que no hemos visto nunca ningún aparecido.

El pequeño escalofrío me volvió, y comenté:

-Pero, yo acabo de ver ahí, hace un instante a Angéline… La terrible voz la llamaba, y ha pasado por ahí, ha cruzado esta habitación.

Él me miraba sorprendido, creyendo que yo estaba perdiendo la razón. Pero de repente, soltó una sonora carcajada de hombre feliz.

-Es mi hija la que acaba de ver. Tuvo por padrino al señor de G… que, por devoción al recuerdo, le puso ese nombre; y si su madre la ha llamado, habrá pasado por aquí. -Él mismo abrió la puerta y llamó de nuevo: «¡Angéline! ¡Angéline! ¡Angéline!».

La niña regresó, pero viva y vibrante de alegría. Era ella, con su vestido blanco, sus admirables cabellos rubios sobre los hombros, y tan bella, tan radiante de esperanza, que era como una primavera que lleva en capullo la promesa del amor, la prolongada felicidad de una existencia. ¡Ah! ¡la querida aparecida, la niña nueva que renacía de la niña muerta! La muerte había sido vencida. Mi viejo amigo, el poeta V…, no mentía, nada se pierde, todo recomienza, la belleza como el amor. La voz de las madres llama a las niñas de hoy, a las enamoradas de mañana y reviven bajo el sol, entre las flores. Era de ese despertar de la niña de lo que la casa se encontraba encantada, la casa que había vuelto a ser joven y feliz, en la alegría reencontrada de la eterna vida.

FIN