La comercialización de frutas y hortalizas

Principales problemas

El mercado de frutas y hortalizas es un modelo típico de competencia imperfecta integrado por agentes de diferente poder de negociación.

Tendencialmente, ese poder se ha ido concentrando en el lado de la demanda debido a la operatividad de factores como el bajo coste de cambio o sustitución de proveedores, la saturación de los mercados, la indiferenciación de productos no estandarizados y con especificación incompleta frente a una demanda que requiere grandes masas de producto normalizado de calidad especificada.

Esta tendencia se ha reforzado con la incorporación de nuevos ofertantes en el mercado hortofrutícola, expresándose bajo la forma de una fuerte competencia centrada en el precio.

Hay que destacar el proceso de globalización –internacionalización con tendencia a la creación de un mercado mundial del comercio hortofrutícola superando el modelo tradicional de ámbito local, regional o nacional como máximo.

El límite principal, el carácter perecedero de los productos, ha sido corregido por transformaciones tecnológicas, tanto en las prácticas de producción y conservación como en las de transporte, rapidez y refrigeración, a partir de la presencia de grandes comercializadores que demandan altos volúmenes de productos homogéneos (Aldanondo, 1992).

Dentro de este proceso se define una división internacional del trabajo bipolar. Por una parte, los países desarrollados exportadores de tecnología, medios de producción básicos -material vegetal, etc.- y productos de alto valor añadido e importadores crecientes de producciones masivas en fresco, con bajo o medio valor añadido y nivel de tecnología incorporado. Por otro, países con grado medio o bajo de desarrollo que, con especialización inversa, muestran la otra cara del modelo.

En el marco de la Unión Europea, esta bipolarización se expresa entre los países miembros del área noratlántica como representación del prime r caso y los del área mediterránea del segundo. En estos últimos se profundiza su especialización productiva agrícola tradicional en frutas y hortalizas, basada en ventajas comparativas como dotación de recursos naturales –clima, tierra, etc.- y fuerza de trabajo abundante y menos cara que en los primeros.

El comercio entre ambas áreas o polos conoce una gran expansión, pero con concentración diferencial en los segmentos tecnológicamente menos dinámicos, particularmente en fresco, de las exportaciones mediterráneas y, por el contrario, de los más dinámicos y con mayor proporción de valor añadido en los de los países noratlánticos.

El caso español es paradigmático de la situación de los países mediterráneos comunitarios en el marco de ese modelo. En primer lugar, por su largo y complejo proceso de vinculación a la Comunidad y, en segundo lugar, por su alto grado de especialización agraria en general y hortofrutícola en particular.

El primer hito es el tratado preferencial con la Comunidad Europea, que abre un período de alto y continuo crecimiento de las exportaciones de frutas y hortalizas españolas en esa área, abarcando la década de los setenta y primeros años de los ochenta.

El segundo, la incorporación plena a la Comunidad en 1986 que, a pesar del alto nivel de partida y las restricciones impuestas por el Tratado de Adhesión durante un largo período transitorio de diez años, permite incrementar y consolidar el crecimiento.

Un tercer momento viene determinado por la supresión de las mencionadas restricciones con la finalización adelantada del período transitorio (1993), que supone un nuevo impulso a un crecimiento que estaba perdiendo fuerza.

Entre 1970 y 1980 el valor de las exportaciones se multiplica por 6,6 en legumbres y hortalizas y por 4,5 en frutas. Desde esa última fecha y, sobre todo, desde 1986 el crecimiento es más rápido y estable tanto e n volumen como en valor en ambos capítulos. Un salto adelante se produce a partir de 1993, reflejándose especialmente en las exportaciones de hortalizas.

El resultado es que, sobre el nivel de 1980, casi se triplica la exportación de hortalizas expresada en peso, en tanto que su valor se multiplica por 7,3, mientras que las frutas, partiendo de un nivel de base más elevado y con un crecimiento más moderado, lo hacen por 2,3 en peso y por 5,1 en valor (tabla 1).

Junto a este crecimiento lineal, que supone el gran despegue cuantitativo del sector, se produce un altísimo grado de concentración de las exportaciones en el área comunitaria.

Considerando como tal la de los quince miembros actuales como área geográfica, pues, aunque la incorporación de Austria, Suecia y Finlandia sea reciente, ya constituían -en tanto que miembros de la EFTA- una zona de libre comercio, representa más del 90% de las exportaciones de frutas y hortal izas tanto en peso como en valor.

Si a ello añadimos otros países de Europa Occidental, miembros asimismo de la EFTA, como Noruega o Suiza, este porcentaje se eleva prácticamente al 95%. Entre los países importadores destaca especialmente Alemania, que se convierte en el gran consumidor europeo, en primer término, seguido de mercados tradicionales como Francia, Reino Unido y los Países Bajos.

Asimismo, resaltan el crecimiento notable de Italia, que es igualmente un importante productor, y la paulatina penetración en mercados anteriormente marginales como los nórdicos. Estos últimos coadyuvan a absorber el crecimiento frente a una identificación de la demanda de los grandes consumidores.

El cálculo del valor unitario –pta./Tm.– nos pone s obre la pista de la composición de las exportaciones a cada uno de los países destacados. De ello se deduce claramente un hecho: que adquieren un valor unitario más elevado las hortalizas frente a las frutas, si bien la concentración en cuanto a destinos de las primeras es superior a las de las segundas (tabla 2).

De ello se derivan algunas conclusiones fundamentales como:

1.- El fuerte peso de las exportaciones hortofrutícolas en relación tanto a las exportaciones agrarias como a las exportaciones totales, con medias superiores al 40%, lo que constituye un claro indicador de su relevancia.

2.- Un alto grado de apertura al exterior medido por el peso de las exportaciones en relación con la Producción Final Agraria (PFA) y la Hortofrutícola.

3.- Importante aprovechamiento de las ventajas comparativas reveladas y capacidad de adaptación a las transformaciones de la demanda a través de factores favorables como dotación de recursos naturales, diferencial en costes laborales y cercanía al mercado.

4.- Intensa especialización en productos de calidad, con tecnología intermedia y bajo nivel de valor añadido. Por tanto, productos maduros y poco dinámicos. De ahí la relevancia creciente en frutas y hortalizas frescas, la pérdida de protagonismo en transformados y el papel marginal en elaborados. Asimismo, se pierden ventajas en productos que evolucionan hacia bienes intermedios o materias primas semielaboradas para la industria como los cítricos.

Pero este modelo genera una serie de problemas que cuestionan la capacidad de mantener indefinidamente las ventajas competitivas y la cuota de mercado obtenida. Entre ellos destacan:

a) La fragilidad de la posición competitiva en los mercados internacionales, especialmente en el comunitario, de las exportaciones hortofrutícolas en fresco frente a terceros países en relación con las ventajas comparativas mencionadas, especialmente respecto a factores como costes laborales, etc.

El carácter de exportaciones voluminosas y dependientes del precio, las hace muy sensibles no sólo a una competencia con estructura de costes más favorable, sino también a problemas con el tipo de cambio de las divisas. Este factor explica en buena parte la lentitud del crecimiento en períodos como el de 1988-1990.

b) La debilidad de la componente tecnológica cuando ésta se define cada vez con más fuerza como el factor determinante de las ventajas comparativas y del valor añadido. Esto se traduce, en mercados saturados o con crecimiento lento y limitado, en una desventaja general competitiva para las producciones masivas, poco o nada diferenciadas y con escasos servicios añadidos.

c) Problemas relacionados con las estructuras comerciales como los siguientes: -La debilidad de las estructuras comerciales que sitúan, especialmente a los pequeños y medianos exportadores, en posición de inferioridad en mercados globales y con una problemática compleja: información, competencia imperfecta, etc. Los bajos márgenes comerciales limitan la capacidad de desarrollar acciones eficientes de consolidación de los mercados actuales y de penetración en otros nuevos.

– Problemas referentes a la salida al mercado en períodos oportunos en relación con el volumen y precio de los productos, así como los límites técnicos de las redes de distribución respecto a la conservación de los productos durante un período suficiente para operar en el momento comercial oportuno y/o en mercados no próximos.

– Desventaja frente al poder de negociación de grandes cadenas de distribución. El volumen y la fragmentación de la oferta de productos indiferenciados frente a la concentración de la demanda permiten a ésta fijar los términos de la relación comercial.

Carencia de factores de mercadotecnia como marcas, contramarcas, publicidad, etc., dificultados por la escasa capacidad financiera de las empresas y el bajo valor añadido de los productos (MAPA, 1993).

d) Problemas institucionales como los acuerdos del GATT, que incrementan la apertura de los mercados y la reforma de la PAC que, en este sector, se traduce en la Organización Común de Mercado (OCM), reglamentaciones y normas de control de calidad, es decir, por reformas en el mercado.

Con ellas tienden a desaparecer la preferencia comunitaria -al menos de forma generalizada- y las subvenciones y los estabilizadores -precios de referencia, de retirada, etc.- de forma que se altera radicalmente el marco comercial vigente.

Con ello quedan eliminados algunos de los factores claves de competitividad-precio especialmente frente a países terceros. Por tanto, ésta sólo se podrá mantener y/o incrementar a través de producciones novedosas de calidad suficiente por medio de mejora en las técnicas de producción, prácticas de conservación, nuevas gamas o líneas de producto e incorporación de servicios añadidos como presentaciones y envasados, en los que el precio deje de ser un factor determinante. Asimismo, acercando la producción al consumo a través de mejores sistemas de distribución que superen los problemas enunciados anteriormente.

Fuente: Apuntes de Taller de Frutas y Hortalizas de la UNIDEG