Mito alimenticio décimo

La solución al problema de los alimentos no está en el campo, sino en la industria y en las ciudades. No podemos confiar ésta delicada tarea a los campesinos tradicionales, que desaparecerán sin remedio -y para su propio beneficio- cuando se logre la modernización empresarial de la agricultura.

Estamos ante un mito cuidadosamente cultivado por los intereses a que sirve. El daño que causa este mito radica en la media verdad que ofrece: al plantear que existe una relación directa entre la necesidad real de modernizar las explotaciones agrícolas y la liquidación de los campesinos, genera la impresión de que estamos, simplemente, ante el doloroso costo social del progreso.

De esta manera, quienes se ocupan seriamente del desarrollo rural y de aumentar la producción de alimentos se consideran obligados a luchar contra el tradicionalismo de los campesinos, vencer sus resistencias al cambio y a impulsar formas de organización del trabajo que los expulsan de sus comunidades y los llevan a engrosar las filas de los desempleados en las ciudades.

Este enfoque simplista y miope de la cuestión tiene una atractiva apariencia. A los héroes clásicos de la lucha contra el hambre la irrigación, la selección de semillas, el mejoramiento de las prácticas de cultivo y de los procedimientos de almacenamiento y conservación la era moderna ha agregado una constelación de nuevos héroes: el tractor, el fertilizante químico, el pesticida, la semilla mejorada.

La gran revolución agrícola realizada en algunos países con ayuda de estos héroes ha llevado a pensar que la solución moderna a los problemas se encuentra ahora en la industria y en las ciudades: en la industria, para producir los equipos y las materias químicas que elevarán la productividad de la tierra y del trabajo en las ciudades, para crear suficientes empleos y absorber a los campesinos desplazados por las nuevas técnicas.

El problema no radica solamente en la trampa mental que parece conducir a un callejón sin salida. La experiencia demuestra que en la mayor parte de los países subdesarrollados la industria no ha sido capaz de enfrentar el reto de producción y empleos, y las ciudades hipertrofiadas son cada vez menos capaces de dar cabida productiva a la enorme masa de migrantes rurales: campesinos que se ven incapacitados de lograr su supervivencia en sus comunidades, ante la penetración de agricultores comerciales y ganaderos, y que se dirigen a las ciudades con una esperanza que muy pocos pueden ver cumplida. Si la única salida estuviera realmente en la industria y en las ciudades estaríamos ante una perspectiva apocalíptica de problemas sin solución.