El origen de la libertad

La libertad surge de la naturaleza racional del hombre, y consiste en no estar necesariamente condicionado por los estímulos externos y poderse autodeterminar por preferencias individuales. El ejercicio de la libertad consiste en realizar el bien amándolo y entregándose plenamente a él, sin presión de nadie. Por lo que la posibilidad de actuar mal es el riesgo de ser libre.

El hombre se desarrolla a base de opciones libres; sus decisiones van conformando la fuente de sus deseos. En efecto más profundo e importante de la libertad es la configuración de la persona. La libertad es la capacidad que el hombre tiene para entregarse y comprometerse consigo mismo, con ideales y con personas.

De ahí que el sentido de la libertad sea la posibilidad de crear un compromiso, y el derecho del hombre libre sea entregarse a quien él ha elegido.

Cuando la entrega del hombre no es a una persona sino a “una causa”, ésta adquiere valor únicamente en cuanto está vinculada a las personas. Las “causas” o las instituciones no son por sí mismas sujetos de compromisos personales debido a que no pueden responder personalmente. Los ideales son sublimes en cuanto el compromiso por ellos redunda en beneficio de las personas concretas.

(García de Alba, Juan Manuel: Ética Profesional, Págs. 124-125)