Confrontar informaciones recogidas y criterios fijados

Para el hombre de la calle evaluar consiste, a menudo, en poder decir: “está bien” o “está mal”; “es bonito” o “es feo…”. Y esto sin saber muy bien por qué, sin pensar que estas afirmaciones son relativas.

Las cosas son muy distintas cuando se han fijado los criterios de evaluación y cuando el “mensaje” que se debe evaluar es conocido. Así, por ejemplo, si tengo que evaluar la capacidad de que tiene una persona para transformar la frase: “En el cielo hay un pinzón” en una frase expresiva, es necesario que examine en la respuesta si el alumno ha visto que debe sustituir la expresión verbal “hay” por un verbo expresivo, que el verbo sustituido sea, efectivamente, expresivo… incluso si ha pensado en atribuir una característica al complemento circunstancial y/o al sujeto (criterios de perfeccionamiento). La siguiente frase obedecería a los criterios descritos: “En el cielo vuela un alegre pinzón.”

Hemos visto que el responsable de orientar el aprendizaje educativo debe tomar decisiones en función de los objetivos fijados. Para ser más adecuada, la toma de decisión se fundamentará en una evaluación, según la naturaleza de la decisión que se deba tomar.

La evaluación, a su vez, requiere una etapa de recogida de las informaciones pertinentes. Observar constituye uno de los procesos privilegiados para poder recoger la información. Pero aún tenemos que saber qué implica un proceso de este tipo.

Fuente: Observar para Educar – Observación y evaluación en la práctica educativa, Jean-Marie De Ketele