El II Imperio

Los acontecimientos de 1848 en Francia desembocaron en el establecimiento de la II República que sustituía a la monarquía liberal de Luis Felipe de Orleans. Su duración será breve, ya que finalizará anticipada a causa del golpe de estado realizado por Luis Napoleón en diciembre de 1851 cuando era presidente de la República. Será el paso previo a su coronación como emperador bajo el nombre de Napoleón III, gobernando hasta la derrota ante Prusia en 1870.

Su gran aportación fue lograr la estabilidad política tras los acontecimientos del 48, aunque para ello recurrió al autoritarismo, lo que no le privó del apoyo de la alta burguesía, los terratenientes y parte del campesinado recelosos de los movimientos revolucionarios.

En general su gobierno fue autoritario, aunque existiese el sufragio universal, dejaba poco margen de acción a las distintas instituciones elegidas, concentrando el poder en cargos afines a su persona que nutrían el Senado o el Consejo de Estado. Además se reservaba facultades como la de realizar enmiendas a la Constitución, controlaba la prensa y la enseñanza universitaria y organizaba plebiscitos con los que buscaba legitimar su poder dando un imagen democrática.

Podemos dividir su gobierno en dos etapas diferenciadas: el «Imperio autoritario» y el «Imperio liberal». El paso de una a otra etapa se originó por un aumento de la oposición debido al descontento de algunos grupos republicanos, monárquicos o católicos y a sus fracasos externos, como la intervención en México o el avance de Prusia.

De gran importancia fue su política exterior, cuyo objetivo era involucrarse en los grandes acontecimientos europeos para devolver a Francia el papel de gran potencia en el continente; fue precisamente esta intervención en asuntos europeos la que llevó al fin de su gobierno con la derrota ante Prusia. Durante su mandato Francia entrará en guerra contra Rusia, apoyará las pretensiones nacionalistas italianas frente a Austria y se enfrentará, como ya hemos comentado, a la Prusia de Bismarck. También con Napoleón III comienza el expansionismo e imperialismo francés en territorios como Argelia, Indochina o Senegal.

Fueron años de crecimiento económico para la Francia burguesa y capitalista en la que el país se involucra de lleno en el proceso industrializador. Fue éste uno de los factores que permitieron el mantenimiento de este gobierno personalista, ya que la burguesía obtuvo importantes beneficios. También supuso un aumento considerable de la clase obrera.

El crecimiento de la actividad bancaria permite a Francia desarrollar la inversión extranjera, aumenta la red ferroviaria, se mejoran las comunicaciones, se desarrolla la industria química y siderúrgica y aumenta la demanda agraria.