Campo y el mercado del diseño gráfico

La naturaleza tiende a la diversidad. Tanto al producir ejemplares sacrificados con desviaciones al común de la especie «como posibles y necesarias opciones salvadoras de esa especie, frente a la agresión de un cambio imprevisto que amenace su existencia». Nos cuenta el arquitecto Rafael de la Hoz que, cuando en los años cincuenta China decidió exterminar a los gorriones – plaga endémica en su agricultura –, repartieron por todo el vasto país a sus numerosos habitantes la orden de organizar estrépito durante media hora. Como estas aves no pueden permanecer en vuelo más de escasos minutos sin posarse para tomar aliento, la especie quedó así, por agotamiento, extinguida en unos instantes. Tiene la convicción el autor citado de que de la operación anterior se deben haber salvado los gorriones sordos.

La otra forma ha sido, mediante la adaptación de cada especie a condiciones ambientales diferentes, asegurando así su supervivencia. El descubrimiento de este aspecto en las islas Galápagos, le permitió a Darwin desarrollar su Teoría de la Evolución. El seguro de vida de la naturaleza ha sido un proceso constante de adaptación mediante la producción de una diversidad creciente – aunque, al parecer; la humanidad se haya propuesto lo contrario. De la misma forma, y en términos sociales, los pueblos han desarrollado sistemas para vivir en las variadas y extremas condiciones naturales y económicas que el planeta nos establece.

Desde los esquimales hasta los habitantes del desierto, pueblos recolectores, pastores, nómadas o sedentarios, han desarrollado en paralelo a sus formas de adaptación, muy ricos y variados sistemas de simbolización y de comunicación. Entre los escasos sobrevivientes de algunos pueblos suramericanos seminómadas, que habitaban en regiones extremadamente pobres en recursos naturales, como es el sertón brasileño (selva baja caducifolia), que todavía Claude Levi – Strauss pudo estudiar en su calidad de etnólogo a principios del siglo pasado, se pueden encontrar interesantes y variados ejemplos de diversidad simbólica en «sociedades reducidas a su más simple expresión«.

«Las costumbres forman sistemas«, nos dice el autor en Tristes trópicos , y estos sistemas pueden ser analizados mediante el estructuralismo, como lo demuestra al explicar el arte de los caduveo, que presentan notorias diferencias de género: los hombres son escultores naturalistas y las mujeres practican un arte pictórico no representativo, eran tales las limitaciones económicas, que sus manifestaciones simbólicas se veían reducidas a la decoración del cuerpo y a los utensilios más elementales.

Entre los nambicuara encontró en sus expresiones musicales un cromatismo y variaciones de ritmo que le daban un parecido asombroso con «La consagración de la primavera«. En la tribu de los bororo, tanto las pinturas corporales como el gusto por los ornamentos, es tan vivo en los hombres, que se dedican a la elaboración de adornos como coronas, diademas y collares, realizándolos con cualquier cosa que se encuentran como plumas, flores, paja y pieles.

La variedad y calidad antes señalada la encontró en poblaciones reducidas a grupos que no sobrepasaban las dos docenas de personas entre hombres, mujeres y niños, y tan pobres que pasaban largas temporadas con la alimentación más escasa imaginable. Lo anterior nos da la pauta para reconocer la diversidad, como una necesidad tal, que aun dentro de los asentamientos más reducidos se manifiesta con fuerza. Dados los antecedentes expuestos, debemos preguntamos:

  1. ¿Atenta la globalización contra la diversidad?
  2. ¿La economía, la política y la guerra tienden a la uniformidad? Todo parece indicar que la respuesta es positiva, y que por esta sola razón la globalización debería ser rechazada.

Nosotros – debemos decirlo – creemos (y no por temor) en el inevitable avance de la globalización, ya que creemos junto con Marc Augé, que las culturas vivas son receptivas a las influencias exteriores, y que sólo continuarán viviendo al transformarse. Pero también creemos (a pesar de posibles represalias), en el respeto a la diversidad como condición básica de superviviencia tanto natural como cultural, como pudimos ejemplificarlo renglones arriba.

Por supuesto, el diseño gráfico está inmerso en esta antigua paradoja planteada ahora desde las nuevas perspectivas del siglo XXI, la de cómo contener lo universal en lo particular, permitiendo simultáneamente que lo particular se manifieste en lo universal, que la homogeneización no acabe con las particularidades, que lo global no termine con lo local.

¿Cómo se puede resolver la paradoja planteada, ahora que, un nuevo fantasma (de diferente índole ideológica) recorre el mundo?: «el fantasma de las imágenes». ¿Cómo se usan? ¿Contra quién son utilizadas?, en esta nueva «Guerra de las imágenes» ¿Qué podemos hacer para que perm anezca nuestra cultura, para que aporte a la diversidad? ¿Cómo podemos defenderla?

El encanto de las imágenes y su creciente participación en los sistemas sociales a partir de la invención de la fotografía, hace aproximadamente 150 años, del cine con sus cien años de existencia y, particularmente, la televisión con su medio siglo de presentamos una abundancia extrema de mensajes o textos visuales que son acompañados en estos últimos cincuenta años, por el desarrollo de poderosos sistemas de reproducción impresa de la imagen y el extendido uso de las computadoras, lo que nos conduce a plantearmos un diseño gráfico que contemple y asimile la «unidad dialéctica» entre lo global y lo local, que rescate y que conserve los residuos autóctonos contenidos en el imaginario de cada país, lo que conforma su identidad cultural-sin caricaturas ni arcaísmos- con auténtica elegancia, presentando sencillamente lo que se es en realidad.

Lo anterior, sabedores que trabajamos con imágenes, esto es, con representaciones (seleccionadas) de la realidad, se puede realizar con dos tipos de acciones: la primera, como hasta la fecha lo han sido: el sincretismo, laambigüedad y el mimetismo como formas diversificadas de disfrazar lo propio detrás de la apariencia de lo impuesto (ídolos tras los altares); por eso, el logotipo de este congreso es un camaleón. La segunda, continuando con Marc Augé, es necesario implantar una «moral de resistencia» y también «sin renunciar a la historia pasada ni a la historia futura», sin renunciar a nuestras propias riquezas visuales y mediante imágenes, denunciar la ideología globalizadora del presente, así, todos los diseñadores capaces de cultivar sus propias fantasías enraizadas en nuestra tradición, podrán seguir recreando y ampliando nuestro imaginario.

No en defensa nuestra, sino en defensa de una fructífera globalización. Porque existen tantas formas «de diseñar, de comunicar, de expresar, como pueblos hay sobre este planeta, y esa es la riqueza de la especie, nuestra riqueza, la de una globalidad diversificada, representativa de todos, que nos permita seguir transformándonos y cambiando para poder permanecer.

Fuente: Problemáticas del diseño gráfico de la Universidad de Londres