Patologías de la autoprotección

Un círculo de fracaso suele iniciarse como respuesta a las pérdidas que no se pudieron evitar y que provocan el sentimiento de desamparo, corroe la confianza y, en consecuencia, las personas y las organizaciones se entregan a las patologías de la autoprotección:

• Una comunicación limitada, que reduce las oportunidades de expresarse a quienes pueden ofrecer soluciones. En el fondo, se trata de un encubrimiento de los problemas que puede resultar mucho más catastrófico que el error inicial.

• Sentimiento de culpa y una propensión a la crítica exacerbados, pues hay que encontrar explicaciones y se señala a los demás como los culpables de la situación. Con todo, cuando los chivos expiatorios se sacrifiquen, los problemas persistirán.

• Una pérdida del respeto, provocada por los continuos fracasos, que afecta a los miembros y a toda la organización en su conjunto. La consecuencia es una rebaja en los criterios de rendimiento y contratación.

• El fracaso se percibe como un agente contagioso y nadie quiere encontrarse entre los perdedores. El aislamiento entre los miembros de la organización crece y la socialización se limita, en la mayoría de los casos, al horario de trabajo.

• La introversión se adueña de la organización y el contacto con el mundo exterior se reduce: se ignora o se abandona a su suerte a los clientes y la atención se centra exclusivamente en los objetivos internos.

• La competencia interna, entre departamentos y grupos, reemplaza a la cooperación. Las desigualdades, basadas en el favoritismo, van en aumento y el rendimiento deja de ser el criterio de promoción.

• Las aspiraciones se ven muy limitadas: a las organizaciones y personas acostumbradas a perder les resulta difícil mantener unas pretensiones altas y correr riesgos. Una sensación de fatalismo va extendiéndose y la capacidad para salir adelante se ve cada vez más mermada.

• La desesperanza ocasiona que las personas crean que no pueden hacer mucho para mejorar la situación y su iniciativa disminuye.

• Termina por crearse una cultura del fracaso en la cual un mal rendimiento es a la vez la causa y el efecto. Fuente: Libro la Confianza por Rossabeth Moss Kanter