Desigualdad y educación infantil

Al inicio del siglo XX, América Latina aparece como la región más inequitativa del mundo, donde la persistencia de la pobreza y la desigualdad distributiva son las principales características de la estructura económica y social.

La desigualdad de oportunidades educativas en función del nivel socioeconómico de los estudiantes es una de las más agudas en la región, de lo que se deduce que la educación no está siendo capaz de romper el círculo vicioso de la pobreza y de la desigualdad social.

Los diagnósticos sobre la situación económica y social en América Latina nos muestran que, entre todas las víctimas, las más vulnerables son los niños. En este contexto productor de desigualdades y exclusión social, los niños están expuestos a riesgos y carencias tanto en su entorno familiar, como en el social y esta condición de precariedad pone en riesgo su desarrollo, su crecimiento y su futuro.

Desde hace tiempo, múltiples estudios se han encargado de destacar la importancia de los primeros años de vida, por lo que sabemos, sobradamente, que las experiencias del niño en sus primeros años de existencia, sientan las bases de su personalidad y de sus aprendizajes ulteriores.

Aunque la primera infancia es un periodo de la vida en que el potencial de crecimiento y desarrollo del individuo es muy grande, es también una etapa en la que el niño es especialmente vulnerable y resulta, por lo menos una paradoja, que persista la insuficiencia de programas integrales de cuidado y educación de la primera infancia y la desigual oferta de educación inicial.

La educación ha sido definida como un derecho humano universal, la clave para el desarrollo humano sustentable, una obligación indelegable del Estado y la condición para una vida digna, pero todavía muchos niños en el mundo esperan que eso se haga realidad.

Así, el informe Educación Inicial: Análisis cuantitativo del Nivel de Julio de 2006 del Ministerio de Educación argentino indica que en el país hay 4.000.000 de niños y niñas entre 0 y 5 años cumplidos. Según datos del 2005 el 92% de los niños de 5 años asisten al Jardín (ello con marcadas diferencias regionales) mientras que se acrecienta la brecha de asistencia con las salas de 3 y 4 en las que no concurren alrededor del 60% de los niños de esa área.

Este estudio también nos muestra la relación directa entre asistencia y nivel socioeconómico. De ese total que no asiste, el 54% esta bajo la línea de pobreza e indigencia, por lo que claramente se percibe la existencia de una relación directa entre la no asistencia al Jardín y la pobreza.

Los niños de 3 y 4 años en situación de pobreza o indigencia son los que en mayor medida quedan fuera del sistema educativo. Podemos afirmar que ello se debe, por un lado, a que la oferta educativa en el nivel inicial resulta suficiente para estos niños, pero además, que esa oferta, por su formato, no responde – o por lo menos exhibe un insuficiente ajuste – a las reales necesidades del niño y su familia.

Podemos observar fácilmente que esta condición de desigualdad en lo social y económico, se confirma también en el ámbito pedagógico de los programas dirigidos a la atención y educación de los niños pequeños, donde reconocemos desde experiencias interesantes, respetuosas del niño, que ofrecen verdaderas oportunidades de crecimiento y aprendizaje hasta situaciones de desidia, precariedad pedagógica o maltrato institucional.

En este sentido resulta oportuno comentar que una investigación sobre diversas modalidades de atención de la primera infancia vinculadas con organizaciones de la sociedad civil, en el ámbito de la Ciudad de Buenos Aires y la Provincia de Buenos Aires, constató que, en los Jardines Comunitarios, se relevan iniciativas interesantes vinculadas a la participación social y gestión comunitaria, “aunque frecuentemente con un significado educativo empobrecido, dado que no cuentan con las condiciones para articular prácticas y sentidos que superen la contención y lo asistencial, aun cuando a menudo se lo propongan”. Fuente: Libro de grandes temas para los más pequeños de la OMEP