Barreras para la implementación de las TIC en las instituciones educativas

En los primeros años del siglo XXI, prácticamente se declaró obligatorio el uso de computadoras personales y sus periféricos en las instituciones educativas de todos los países desarrollados (y de muchos países en vías de desarrollo).

Ya hay evidencia más que contundente que sustenta la idea de que las nuevas tecnologías de la información y la comunicación (esto es, las TIC) son capaces de generar un cambio sumamente positivo en los cimientos mismos de la educación.

Las perspectivas para un futuro próximo son realmente sobrecogedoras.

Al mismo tiempo, debemos tener mucha cautela al contemplar el futuro emocionante. Las instituciones educativas y los docentes enfrentan una presión sin precedentes para obtener tecnología, conectarse a una red y conectarse a Internet.

En ocasiones, durante esta corrida precipitada para introducir las nuevas tecnologías, es posible que se olviden las razones por lo que ello es importante. Las computadoras pueden mejorar el desempeño de los estudiantes en matemáticas, lenguas y otras disciplinas, pero deben estar en las manos correctas y usarse de modo correcto.

Existe una opinión generalizada de que los tres principales obstáculos para la difusión de estas innovaciones tan prometedoras son:

1. el costo del hardware, el software y el mantenimiento de las TIC que, si bien ha disminuido con el transcurso de los años, sigue siendo inaccesible para la mayoría de las instituciones educativas de muchos países;

2. la resistencia (con frecuencia inconsciente) de muchos educadores a la intromisión de la tecnología, que amenaza con alterar drásticamente prácticas y costumbres establecidas y veneradas des-de hace mucho tiempo; y

3. la falta de docentes capacitados para explotar el potencial de las TIC de forma competente.

Por lo tanto, los planes de estudio con un fuerte contenido tecnológico rara vez se implementan, debido a que, en general, los estudiantes y los docentes tienen un acceso insuficiente a la tecnología, y las instituciones educativas no logran reorganizar los planes de estudio para aprovechar las ventajas que ofrecen estos materiales.

Otras razones que explican la lentitud del proceso de innovación, tan importantes como las que acabamos de mencionar, son:

• Baja confiabilidad. El hardware y el software de las TIC fueron inicialmente diseñados con fines no educativos, y por lo tanto no se adaptan bien físicamente a los salones de clase tradicionales, en especial a los de las escuelas elementales.

Las computadoras que están disponibles con frecuencia no funcionan, lo que se ve agravado por la falta de mantenimiento y el uso de software inadecuado. Este pobre y poco confiable acceso a la tecnología significa que los estudiantes no obtienen suficiente experiencia como para dominar herramientas informáticas complejas, y que los docentes no pueden asignarles tareas que requieran el acceso inmediato a una computadora.

• La estructura rígida del sistema educativo clásico. Enraizadas en los paradigmas educativos de los siglos XVIII y XIX, lo que este tipo de escuelas podrían obtener a partir del uso de las modernas TIC es mínimo, a menos que transformen radicalmente sus principios constitutivos.

El último punto es tal vez el más crucial. De hecho, la mayoría de los educadores no se oponen al uso de las TIC, pero sí lo hace el sistema en el que trabajan.

La tecnología de la información, o cualquier otra, aporta muy pocos beneficios a menos que los docentes las utilicen hábil y cuidadosamente para mejorar la capacidad de aprendizaje de los estudiantes. La misión de los docentes nunca ha sido tan ardua como ahora.

Tras tomar en cuenta los problemas que hay que enfrentar para transformar las instituciones educativas, consideraremos ahora los cambios en los papeles de los participantes más importantes del pro-ceso educativo. Fuente: Libro de las Tecnologías de la información y la comunicación en la enseñanza de la UNESCO.