Eclesiastés

Eclesiastés, libro del Antiguo Testamento, denominado Cohélet en hebreo. El nombre en lengua española tiene su origen en un término griego, definido grosso modo como «aquel que participa en (o el que habla a) la asamblea«, que aparece en el versículo inicial del libro en la más antigua versión griega importante del Antiguo Testamento, la Septuaginta.

El término griego es una conversión de la palabra Cohélet, por lo general traducida como ‘predicador’, aunque su significado exacto no queda claro, por cuanto Cohélet se identifica a sí mismo como «hijo de David, rey en Jerusalén» (1,1), por implicación el Libro de Eclesiastés ha sido atribuido de forma tradicional al rey israelita Salomón.

Eclesiastés consta de 12 capítulos, que contienen una serie de reflexiones, por lo general pesimistas, acerca del objeto y de la naturaleza de la existencia. La conclusión, expuesta en el comienzo mismo de la obra, es que «todo es vanidad» (1,2). Tanto si se persigue la sabiduría como la riqueza, tanto si se cultiva el placer como si se trabaja con ahínco; tanto si se deplora la injusticia y se lucha contra la maldad, el final siempre es el mismo: «también esto es vanidad y atrapar vientos» (4,4).

La conjunción de esta temática recurrente con las hipótesis de que los fenómenos naturales son cíclicos (1,4-7; 3,1-8) e incluso se hallan predeterminados (3,15) lleva al autor a adoptar doctrinas hedonistas y cínicas (8,15-9,10; 12,1-8) tan contrarias al espíritu de los libros precedentes del Antiguo Testamento que los rabinos pretendieron suprimirlo. Sin embargo, su popularidad y el hecho de haber sido atribuido a Salomón aseguraron en última instancia al Eclesiastés un lugar en la tercera sección, los Hagiográficos, del canon hebreo.

En la actualidad los especialistas datan el libro en el siglo III a.C., época en que los judíos estaban bajo la influencia de diversos sistemas filosóficos griegos como el epicureísmo y el estoicismo.