¿Desde cuándo?

Como en todo movimiento social, no podemos encontrar una fecha exacta de cuándo se inicia, la participación de las ONG, pero podemos descubrir ciertos rasgos e indicadores de que algo estaba pasando. Quizá la conciencia internacional respecto de las terribles consecuencias de la proliferación nuclear jugó un papel fundamental en la conclusión del Tratado de Moscú, el 5 de agosto de 1963, con el cual se acordó la prohibición parcial de las pruebas nucleares por sus efectos en las aguas y en la atmósfera.

Sin embargo, este hecho también retardó cerca de diez años la difusión de teorías de ecología política, iniciada en Estados Unidos por Rachel Carson con su libro Silent spring (Primavera silenciosa). Ahora bien, el marco teórico de la contestación económica contra la era nuclear fue establecido por dos científicos americanos: Eugene P. Odum, quien en 1963 publicó el primer manual de ecología y Barry Commoner, que escribió Science and survival (Manifiesto para la supervivencia).

Por su parte, los acontecimientos militares, especialmente la guerra química, biológica y bacteriológica de Vietnam, despertaron la indignación en algunas instituciones científicas. Eisenhower, presidente de Estados Unidos fue vilipendiado y desacreditado por la comunidad internacional y la de su propio país. En 1966, más de cinco mil investigadores estadounidenses, protestaron contra el lanzamiento de productos fitotóxicos sobre Vietnam, fabricados por grandes compañías transnacionales.

Las aportaciones teóricas de Barry Commoner, Lewis Murnford, Aldous Huxley, Paul Ehrlich, René Dumont, Nicholas Georgescu-Roegen, Eugene P. Qdum, Ivan IlIich inicia la incidencia de nuevos conceptos en la sociedad civil. Tal vez, lo que permitió que se catalizara, a principios del año 1968, una fuerte acción ecologista radical, fue la conferencia de Herbert Marcuse «El fin de la utopía», la cual fue impartida por el filósofo alemán a los estudiantes berlineses en 1967. A México, llegó una estupenda traducción del texto, justo en pleno movimiento estudiantil.

Las vibrantes expectativas que dejó el 68, nutrieron un activo movimiento contracultural, que si bien no pudo avanzar mucho en el terreno de realizaciones materiales profundas por esos años, dada la gran represión que tuvo que resistir, sí pudo avanzar en forma de acciones representativas de núcleos bien consolidados.

Efectivamente, las propuestas alternativas en términos de salud, de convivencia comunitaria, de tecnologías apropiadas, de acción política y de resistencia popular contracultural frente al mundo dominante, llevaron a una gama amplísima de respuestas sociales, que se nutren de, y retroalimentan esa incipiente conciencia ecológico-social que esboza muy rápidamente sus primeros actos prácticos (González; 1994).

El informe acerca de los límites del crecimiento presentado en 1972 en el Club de Roma por el profesor Meadows del Mrr, junto con el manifiesto del equipo de la revista inglesa the Ecologist titulado «A blueprint for survival», aportaron elementos de crítica científica suficientemente relevantes para que los grupos ambientalistas iniciaran la definitiva politización de sus campañas.

La aparición de un movimiento paralelo de economistas contrarios a las teorías del crecimiento y partidarios de un modelo respetuoso con los principios de la termodinámica (encabezado por Georgescu-Roegen, Howard T., Elizabeth C., Odum, Amo’ry Lovins y Teddy Goldsmith entre otros), posibilita una salida alternativa a la crisis de la civilización capitalista. El libro de E. F. Shumacher, Small is beautiful (Lo pequeño es hermoso) es traducido a todas las lenguas y consigue récord de venta en todos los países industrializados. En este marco de decenas de propuestas radicales, aún incipientes, es que empieza la reorientación de algunos activistas, que poco a poco van adoptando estrategias ambientalistas.