Auguste Renoir

Pintor impresionista francés, famoso por sus pinturas resplandecientes e íntimas, en particular las que representan desnudos femeninos. Considerado como uno de los más grandes artistas independientes de su época, es famoso por la armonía de sus líneas, la brillantez de su color y el encanto íntimo de sus muy variados temas pictóricos. A diferencia de otros impresionistas, le interesó más la representación de la figura humana individual o en retratos de grupo que los paisajes; además, tampoco subordinó la composición y plasticidad de la forma a los intentos de interpretación de los efectos lumínicos.

Renoir nació en Limoges, el 25 de febrero de 1841. De niño trabajó como decorador en una fábrica de porcelanas de París, a los 17 años copiaba pinturas sobre abanicos, pantallas de lámparas y persianas. Tras su ingreso en la Academia de Bellas Artes, en 1862, Renoir se matriculó en la academia del pintor suizo Charles Gabriel Gleyre, donde conoció a Fridéric Bazille, Claude Monet y Alfred Sisley. Su obra más temprana estuvo influenciada por dos pintores franceses, Monet en su tratamiento de la luz, y el pintor romántico Eugène
Delacroix en su tratamiento del color.

En 1864 exhibió por primera vez su obra en París, pero no obtuvo cierto reconocimiento hasta 1874, en la primera exposición de pintores de la nueva escuela impresionista. El Baile del Moulin de la Galette (1876, Museo d’Orsay, París) es una de las obras más famosas del impresionismo: una escena de un café, al aire libre, en la que queda patente el dominio de Renoir en el tratamiento de las figuras y en la representación de la luz. Otros ejemplos extraordinarios de su talento como retratista son: Madame Charpentier y sus Niños (1878, Museo Metropolitano de Nueva York) y Jeanne Samary (1879, Museo del Louvre de París).

Renoir consolidó su reputación con la exposición individual celebrada en la galería Durand – Ruel de París en 1883. Entre 1884 y 1887 realizó unas series de estudios de grupo de figuras desnudas conocidas como Las Grandes Bañistas (Museo de Arte de Filadelfia). Estas obras revelan su extraordinaria habilidad para mostrar el brillante y nacarado color y textura de la piel y para comunicar un sentimiento lírico unido a la plasticidad del tema. Su representación de la gracia femenina no ha sido superada en la historia de la pintura moderna.

Muchos de sus últimos cuadros tratan también el mismo tema pero en un estilo cada vez más acentuado rítmicamente. Durante los últimos 20 años de su vida padeció de artritis. Aunque le era imposible mover las manos libremente, continuó trabajando con un pincel atado al brazo. Renoir murió el 3 de diciembre de 1919 en Cagnes, una villa al sur de Francia.

Otras destacadas pinturas de Renoir son:

El palco (1874, Galerías del Courtauld Institute de Londres)
Mujer del abanico (1875) y El Columpio (1875), ambas en el Museo d’Orsay de París
El almuerzo de los remeros (1881, Colección Phillips de Washington)
Los paraguas (1883, National Gallery, Londres) y Jarrón de crisantemos (1895, Museo de Bellas Artes de Ruán, Francia), uno de los numerosos bodegones de flores y frutas que pintó a lo largo de su vida.

Jarrón con crisantemos, 1885 h.

“Pintar flores me relaja el cerebro. Espiritualmente no me esfuerzo en ellas como cuando estoy ante un modelo. Cuando pinto flores, pongo tonos, experimento valores audaces, sin preocuparme si estropeo un lienzo. Algo semejante no me atrevería a hacerlo con una figura, por miedo a dar al traste con todo. Y la experiencia que adquiero en estos intentos la aplico luego en mis cuadros».

Este comentario de Renoir indica claramente que, para él, las flores eran una temática secundaria pero que servía para experimentar, especialmente a la hora de aplicar los colores de manera rápida y abocetada, sin apenas interesarse por la forma y el volumen. De esta manera nos encontramos ante una contradicción con sus cuadros de figuras – véase Las Grandes Bañistas – en los que recupera forma y volumen sin renunciar al color.

En este Jarrón con crisantemos predominan las tonalidades anaranjadas que contrastan con los blancos, lilas y verdes. El fondo está tremendamente esbozado, sin interesarse por otro elemento que las flores. El recuerdo de Manet está presente en estos trabajos, aunque el estilo presenta cierta sintonía con futuras obras de Van Gogh.

Almuerzo de remeros, 1881

Renoir también sintió una especial atracción hacia las escenas de la vida cotidiana como Le Moulin De La Galette, Los Paraguas o este Almuerzo de Remeros, escenas cargadas de alegría y vitalidad. La composición fue realizada en el restaurante de Fournaise, posando sus amigos Aline Charigot – la mujer de la izquierda con el perrito –, el pintor Caillebotte – sentado a horcajadas en primer plano – o la modelo Angèle mirando al pintor.

Lhote, Lestringuez y otros conocidos del artista también se distribuyen por el lienzo de manera acertada. Un perfecto bodegón de botellas, frutas, platos y copas preside la composición, demostrando Renoir su facilidad para ese género. Las figuras se sitúan bajo un toldo que evita la entrada de la luz solar, provocando sombras coloreadas típicas del Impresionismo.

La factura es cuidadosa, destacando el perfecto dibujo de las figuras con el que resalta su volumen, mientras que el fondo está más abocetado. La luz tomada directamente del natural, la disposición de las figuras en la escena, los rostros de los personajes muy realistas y la sensación de vida que se respira en el conjunto hacen de esta obra una de las más atractivas del pintor.

En el café, 1877

Las escenas de café serán frecuentes en la temática impresionista ya que estos asuntos formaban parte de la vida cotidiana y de esta manera, los pintores se alejaban de los temas históricos y mitológicos exigidos en la Academia y en el Salón.

Artistas como Manet, Degas, Toulouse – Lautrec o Renoir nos presentan una amplia galería de escenas en los que los anónimos personajes de los cafés se convierten en protagonistas. Además, con estos temas se acercaban a la sensibilidad artística de la burguesía, el mercado de los impresionistas. La escena está protagonizada por dos jóvenes sentadas a una mesa que reciben la visita de un hombre, al que parecen mirar atentamente; un segundo galán observa tras ellos lo que está ocurriendo mientras que al fondo encontramos alguno parroquianos del café.

La sensación ambiental de un lugar cerrado y cargado de humo ha sido captada de manera excepcional por los pinceles de Renoir, abocetando las figuras y desdibujando los contornos, empleando una pincelada rápida y empastada. Las luces artificiales iluminan el café y proyectan sombras coloreadas, preferentemente malvas al ser luces de gas las empleadas en aquellas fechas. Las tonalidades que dominan el conjunto son negro – azuladas, uno de los colores favoritos por los parisinos de la época, tal y como nos encontramos en buena parte de los cuadros de vida cotidiana pintados por Renoir

– véanse Los paraguas o Le Moulin De La Galette –.

Frutos meridionales, 1881

El año 1881 será uno de los más viajeros para Renoir. Tras regresar de Argelia emprende un viaje a Italia, visitando Venecia, Florencia, Roma y Nápoles. El gran descubrimiento de este viaje será Rafael, admirando sus frescos y producciones en lienzo. Durante esta estancia italiana Renoir realizará algunas obras como esta naturaleza muerta, compuesta por frutos meridionales dispuestos sobre un mantel blanco que provoca el resalte de las diferentes tonalidades: rojos, amarillos, verdes, naranjas. Una de las novedades respecto a las obras anteriores – especialmente los paisajes – la encontramos en el mayor dibujismo con el que se dota cada una de las piezas, adquiriendo así volumetría y sensación de modelado.

Al mismo tiempo la pincelada es menos empastada, a excepción de la pared del fondo. Nos encontramos, por lo tanto, ante una obra que anticipa la reacción que pronto tendrá el maestro francés respecto a la pérdida de volumen y forma al que está abocado el impresionismo. La similitud con su buen amigo Cézanne la encontramos en el empleo de naturalezas muertas como vehículo para llevar a cabo esa reacción, aunque los objetivos de cada uno sean diferentes.

Fuente: Apunte Historia del Arte del Siglo XVIII al Siglo XX de la U de Londres