Estrategia de enseñanza cooperativa

La cultura de la cooperación, del trabajo en equipo, de la colaboración o del intercambio entre iguales ha echado raíces en la iniciativas educadoras más innovadoras. No se concibe una escuela democrática sin estos supuestos. La cooperación es también un principio que puede garantizar un proceso de enseñanza más creativo, sólido y enriquecedor, en la medida en que el profesorado y el alumnado se implican en la construcción y transmisión del conocimiento escolar. De esta forma se creará una escuela más solidaria y humanista. Pero es evidente que aquélla no se adquiere espontáneamente en las interacciones sociales.

Por el contrario, la cooperación requiere un lento aprendizaje, la intervención dinamizadora docente, y una concepción pedagógica y organización del centro que brinden numerosas y variadas oportunidades para formarse en el diálogo, el intercambio y el respeto a la diversidad, así como en el ejercicio de los derechos, debe-res y potencialidades educativas de la colectividad. La apuesta por el trabajo cooperativo de los estudiantes, en opinión de Sole, viene avalada tanto por las investigaciones psicológicas como por las corrientes pedagógicas renovadas que ven en esa forma de organización social un medio favorable para la formación integral de los alumnos.

Las situaciones de cooperación enriquecen las posibilidades intelectuales y afectivas del grupo y de cada uno de sus componentes. El profesorado puede observar las actitudes y competencias en juego, y luego reelaborar sus propuestas iniciales. El alumnado tiene la ocasión de compartir nuevas experiencias. La heterogeneidad que caracteriza a los grupos, tratada en un trabajo cooperativo, genera excelentes oportunidades de progreso.

Meyer (1999, p. 242) entiende por enseñanza cooperativa una estrategia de socialización de la clase mediante la división de la misma en pequeños grupos dispuestos a reelaborar y profundizar en los temas propuestos por el profesor, y ofrecer a la totalidad de la clase los resultados de sus trabajos. El trabajo en grupo es el así realizado integrando la interacción y la comprensión verbal. Esta estrategia se acredita como apropiada para pro-fundizar en la autonomía del pensamiento, el sentimiento y la acción. Sus características principales son:

  • Los estudiantes pueden participar activamente.
  • Los alumnos pueden expresarse con naturalidad.
  • Se puede desarrollar y cimentar el sentimiento de pertenencia.
  • Los alumnos pueden trabajar de forma autónoma.
  • Se puede utilizar vías alternativas de aprendizaje que, por ejemplo en la estrategia frontal, no son posibles.
  • Se puede revitalizar la curiosidad que lleve a tratar visiones del tema no previstas por el profesor.
  • El profesor puede contemplar la evolución de los alumnos desde diversas formas.

Las estrategias cooperativas obtienen su energía del grupo, capitalizando el potencial que procede de puntos de vista diferentes. Es una forma de organización e interacción en el aula que se basa en la necesidad de compartir el conocimiento. Antil, Yenkins y otros (1998) consideran que en cualquier clase hay una variedad de cinco niveles de aprendizaje, lo cual hace difícil a los profesores la adaptación de todos; pero si se organiza la clase en grupos cooperativos, se pueden explotar las diferencias individuales para promover el aprendizaje. Lázaro Quin y otros compañeros realizaron experiencias colaborativas en el Centro Baloo de Barcelona con alumnos de Educación Infantil Primaria.

En la publicación de los resultados (Cuadernos de Pedagogía, 1997, n.º 255, pp. 71-76) destacan que, por encima de la experiencia concreta, ellos y los alumnos ven sentido a la colaboración y un espacio para la misma. Todo ello permitió cumplir los objetivos del proyecto educativo de centro. El objetivo básico consiste en ayudar, posibilitar y experimentar el trabajo y el estudio conjuntamente, para plantear y resolver problemas de naturaleza académica y social. Otros objetivos pueden considerarse igualmente como:

  • La capacidad de organización del grupo.
  • La capacidad de aislar problemas.
  • La clarificación de problemas.
  • El desarrollo de habilidades sociales.
  • El incremento de la capacidad de relación humana.
  • El ser conscientes de valores personales y sociales.

Ha sido la investigación cognitiva sobre el aprendizaje desde un enfoque sociocultural, basado en Uggtsky, la que ha enfatizado el valor de la cooperación y el papel del lenguaje en el desarrollo del pensamiento. Se le otorgan tres funciones como:

a) instrumen-to cognitivo,
b) instrumento cultural y social,
c) instrumento pedagógico.

Yus Ramos (2001), en una entrevista publicada en Cuadernos de Pedagogía, defiende que los valores, las normas y actitudes no están dados, sino que se construyen con la cooperación de todos en el proceso de planificación docente.

Las estrategias cooperativas son utilizadas para los contenidos que tienen habitualmente un carácter procedimental. Los contenidos culturales son extraídos fundamental-mente de la propia situación, del entorno próximo y sobre ellos se realiza, además de un trabajo formal general, un análisis crítico. De esta forma se busca el desarrollo de una conciencia social, una crítica del propio contexto. Los contenidos se buscan no tanto en función de las necesidades de los individuos, como de la situación social en que se encuentran.

Las estrategias tienden a un ajuste de transformación social. Consideran la cooperación como promoción de las actividades de los estudiantes para que puedan convertirse en miembros activos de la sociedad. El conocimiento está en proceso permanente de construcción y reconstrucción a través de los individuos y grupos. Las estrategias concretas se centran prioritariamente en las siguientes dimensiones:

  • Actividad.
  • Exploración.
  • Modificación del ambiente.
  • Colaboración asociada de compañeros.
  • Aprender haciendo, para integrar al alumno en la sociedad y prepararlos para la vida futura.

Pozuelos Estrada (2001) postula el asesoramiento desde intervenciones externas a través de la formación en centros desde la colaboración, responsabilidad y rigurosidad; sin embargo, en esos procesos quedan algunas sombras por disipar, como la dependencia, el clientelismo o la inducción encubierta. La aplicación de estilos democráticos se ha revelado como uno de los procesos más utilizados, pero se requiere que el profesor conozca bien las técnicas. Es un proceso lento. Se necesita tener a disposición un amplio abanico de recursos educativos.

Los procesos democráticos sostienen como base para el buen funcionamiento del grupo las siguientes secuencias: plantear la situación problemática; explorar las reacciones suscitadas; formular las tareas y organizar el trabajo; estudio independiente y en grupo; analizar el proceso y el progreso, y recapitular las actividades. En estas estrategias se busca: recoger datos, asociar y clasificar ideas, formular y comprobar hipótesis, estudiar las consecuencias y modificar los proyectos, la formulación explícita de las conclusiones del trabajo y la organización del pensamiento.

Otra de las virtualidades que poseen las estrategias cooperativas es que favorecen el desarrollo afectivo y social de los estudiantes, tal y como son la autoestima y la relación positiva de los alumnos entre sí y con el profesor. En esta línea realizamos algunas investigaciones (Medina y Sevillano, 1991, 1993, 1999) sobre el análisis del clima sociorrelacional en el aula entre los alumnos y entre los profesores, el clima social del centro educativo.

Por nuestra experiencia profesional y por las investigaciones realizadas en este campo (Sevillano, 1995, 1998), podemos afirmar que, cuando los estudiantes desarrollan estrategias cooperativas, fomentan el gusto por el intercambio de información y por coordinar los esfuerzos, se hacen más permeables a las ideas de los demás, facilitan la división de tareas, y promueven colaboraciones más heterogéneas y de mayor calidad. El trabajo en el aula de forma cooperativa es un tiempo privilegiado para la comunicación, y la búsqueda conjunta del conocimiento y del aprendizaje.

Según un estudio del INCE (1997), «Planes de estudio y métodos de enseñanza en la Educación Secundaria Obligatoria», en los centros docentes tiene escasa tradición la cultura de la cooperación y del trabajo en equipo. La cultura del profesor tiende al personalismo y su actividad natural, históricamente, es el trabajo individual. La cooperación entre profesores encuentra, según el citado estudio, una primera dificultad en el hecho de que en estos centros conviven colectivos bien diferenciados, y con culturas profesionales y funcionariales distintas.

La convivencia no se ve favorecida por la excesiva complejidad que la Reforma ha llevado a los centros. En el estudio, el profeso-rado remarca la conveniencia de impulsar la cooperación entre profesores, ya que, en su opinión, la cultura colaborativa no ha alcanzado naturaleza operativa en la vida de los centros.

Fuente: Libro de Estrategias innovadoras para una enseñanza de calidad, autor Ma. Luisa Sevillano García, editorial Pearson.