Cómo proceder para que los pasos del proceso evaluativo se cumplan eficazmente

a)  Definir con claridad los objetivos a evaluar. Cada instrumento que se aplique debe ir precedido por el resultado de aprendi­zaje que desea describir.

b)  Definir los indicadores que se tendrán en cuenta para determi­nar el logro de cada objetivo. Dichos indicadores son las con­ ductas que se deberán describir y cuya presencia permite infe­rir el logro del objetivo.

c)  Recoger datos válidos. No sólo es suficiente construir instru­mentos de medición y recoger múltiples datos, sino que lo im­portante es que esos datos se refieran realmente a lo que se desea medir. Por ejemplo, si lo que se quiere medir es la habili­dad para utilizar el microscopio, no será un instrumento vá­lido aquel que sólo exija al alumno enumerar las distintas partes del microscopio; la respuesta del alumno no será útil para evaluar el objetivo propuesto.

d)  Las mediciones deben ser lo más precisas posible, los instru­mentos de medición deben proporcionar datos congruentes en distintas aplicaciones a un mismo grupo. Si un instrumento mide con precisión, al aplicarlo en distintas oportunidades para describir el mismo objeto, se obtendrán resultados similares. Por ejemplo, si se mide la longitud de una habitación, con un metro de madera en distintas oportunidades se obtendrán resultados iguales, ya que el instrumento es exacto. Algo simi­lar debería ocurrir con los instrumentos de medición educacio­nal, aunque por supuesto los resultados obtenidos nunca van a ser exactamente iguales, debido a las variaciones que pueden darse en el grupo o alumno.

e)  Utilizar instrumentos variados. Las pruebas constituyen uno de los instrumentos más utilizados para evaluar el aprendizaje. Si bien, cuando están bien construidas, permiten evaluar compren­sión, aplicación, pensamiento crítico, un error común es que se limiten a describir la adquisición de información. Por ello, es ne­ cesario emplear otros instrumentos, tales como listas de control y escalas, para evaluar productos complejos del aprendizaje.

Asimismo se empleará la observación y el autoinforme, para evaluar hábitos y actitudes relativas al proceso de aprendizaje de las distintas áreas curriculares, tanto individual como grupal. Los resultados obtenidos al aplicar instrumentos de medición deben analizarse plenamente y con todas sus consecuencias, interpretándolos a la luz de todos los otros datos que se po­seen.

g) El juicio de valor debe realizarse con la mayor imparcialidad. Es bastante común que la simpatía o antipatía por un alumno,
pueda influir en la evaluación de su trabajo. El docente debe estar constantemente en guardia frente a este peligro, tratando de conocer y tener en cuenta sus propias inclinaciones y pre­ferencias.

h) No se deben emitir juicios prematuros respecto de los alumnos, se debe evitar el «rotular» a un alumno desde el primer día de clase, o a partir de un dato que sobre él se posee. En muchas oportunidades, esta tendencia puede hacer que el alumno comience a proceder de acuerdo con lo que de él se espera, por ejemplo, si el docente espera de él que cause problemas, tratará de ser alborotador.

i) Como consecuencia de lo anterior los juicios emitidos nunca se considerarán finales. El docente debe estar siempre dispuesto a aceptar nuevas pruebas que le hagan cambiar su ju­cio sobre un alumno. Por otra parte no existe ningún instru­mento tan perfecto en educación, como para considerar sus resultados inmutables.

j) Se debe informar de los resultados de la evaluación, para ello el docente deberá conservar todos los registros sobre resulta­dos de la evaluación, de modo que cualquier otra persona interesada pueda obtener fácilmente los datos que necesita y sacar las conclusiones que de ellos surjan.

k) La evaluación educacional es acumulativa, en lugar de comenzar el año recogiendo datos nuevos, el docente deberá averi­guar si existe información fidedigna sobre cada uno de los alumnos. Este método de acumulación de datos evita repeti­ciones innecesarias.

Fuente: Susana Avolio de Cois (1987), Evaluación del proceso de enseñanza-aprendizaje, Buenos Aires: Ediciones Marymar