Conclusiones

Lo anterior representa un compromiso con el modelo educativo y académico del que ha de surgir un programa de EADAV, y un reto para orientar nuestras estrategias de acción de forma consistente con él y, a partir de esta práctica consecuente, construir los criterios de calidad.

Habría que diferenciar la medición de la calidad de la educación como proceso, de la calidad de sus productos e impactos. Esto equivaldría a ver la calidad de la educación desde su institucionalidad como un sistema total, con sus políticas y estrategias, en relación con sus resultados globales. Los procesos evaluativos deben orientarse hacia la reflexión y análisis de las propias fortalezas y debilidades y decantarse en procesos concretos.

Tenemos entonces un conjunto de acciones educativas que pueden verse como sistema, donde la modalidad a distancia es un tipo de estrategia que se aplica para el mismo fin; de tal manera que las instituciones tendrían que ser evaluadas por la incorporación o no de las modalidades pertinentes, considerando la eficacia de su sentido estratégico en ese concierto global de la educación instituida para fines de cobertura y desarrollo, donde la valoración emergería, desde una posición mundial, nacional o regional, como una convergencia entre las diversas modalidades.

Continuar hablando del tema de la calidad de la educación a distancia es interminable porque, parafraseando a Freire, yo diría que de por sí la educación no es, está siendo, y mientras siga siendo se seguirán transformando los criterios de calidad, pero lo que siempre permanecerá será la conveniencia del diálogo y reflexión en la construcción y transformación colectiva de los modos de cuidar y evaluar la calidad, proceso en el que podrían servirnos principios de actuación como los siguientes:

  • Tener presente que la calidad no depende de la modalidad, sino de la calidad de sus procesos académicos, y éstos dependen, fundamentalmente de la calidad personal y profesional de los responsables.
  • Actuar con un espíritu de colaboración que nos permita llegar a acuerdos y a compartir esfuerzos, recursos y conocimientos; tal sería el caso de compartir indicadores de “buenas prácticas” con estándares basados en prácticas de buena calidad que se vayan haciendo comunes.
  • No perder de vista: la calidad para la innovación y la innovación para la calidad son inseparables y recíprocas.
  • La calidad de la educación a distancia debe ser evaluada con las mismas exigencias que cualquier modalidad, sólo que con parámetros adecuados a sus peculiaridades. Por lo tanto, es necesario adecuar los criterios, parámetros e indicadores de los organismos, instituciones y dependencias universitarias responsables de la evaluación, certificación y acreditación de los procesos y programas universitarios, para que se ajusten a las modalidades no escolarizadas.
  • Que las agencias acreditadoras consideren la innovación y el aprendizaje institucional como criterios para la evaluación de la calidad, a fin de evitar criterios que, en el afán de cuidar indicadores, lleven hacia prácticas homogeneizantes y rutinarias.
  • Recomendar a las instituciones y organismos que apoyan programas educativos, que se canalicen financiamientos hacia la innovación y el aprendizaje institucional.
  • Para finalizar, insistiríamos en la necesidad de seguir trabajando en el sentido de construir coincidencias entre los criterios institucionales, nacionales e internacionales para evaluar la calidad de la educación a distancia en ambientes virtuales.

Fuente: Moreno Castañeda Manuel (Agosto 2007) La calidad de la educación a distancia en ambientes virtuales, Año 7, núm. 6 (nueva época).