El estudiante como centro de la formación

Las necesidades de la ciudadanía de la sociedad actual son distintas a las que ha tenido tradicionalmente: entre otras, la de ser estudiantes a lo largo de la vida. Efectivamente, la cantidad de conocimientos de una persona ya no es un elemento clave para su desarrollo personal y profesional, porque la información es abundante y se encuentra en todas partes, y por lo tanto, lo es más relevante tener competencias informacionales y saber cómo aprender. Debemos tener la capacidad de aprender lo que es necesario en cada momento de la vida, o la capacidad de encontrar la información requerida, de seleccionarla y utilizarla.

Por esta razón, es fundamental ser competente como estudiante virtual, ser competente en sacar provecho de aprender a distancia y en desempeñarse con cierta solvencia en un entorno digital. Y cuando decimos estudiante virtual no nos referimos necesariamente al estudiante en un curso o en una formación 100% a distancia, sino a un estudiante que en el marco de su proceso formativo se encuentra en un entorno digital, tanto si es una única actividad complementaria en un curso presencial como si es un curso completamente virtual.

Cuando el estudiante virtual al cual seguimos los pasos hace algo en un entorno digital, no se encuentra en un entorno físico para el aprendizaje, y por lo tanto, su papel también es diferente. Un entorno diferente comporta un papel y unas actuaciones diferentes, no totalmente nuevas, sino adaptadas, coherentes con el medio y la situación: un medio digital, como también una situación de aprendizaje y enseñanza a distancia. Hay que tener en cuenta, sin embargo, que distancia no es sinónimo de aislamiento o soledad.

Hoy en día la distancia tiene un significado diferente al que tenía en el siglo pasado: distancia quiere decir que cada estudiante aprende en su tiempo, que no tiene por qué coincidir con el del resto de compañeros, y lo hace a su ritmo. Distancia quiere decir un tiempo y un espacio imaginario que para todo el mundo es un elemento cotidiano e integrado. Así se dan muchas oportunidades de estar «conectados» para conversar, para relacionarse, para preguntar y responder, de la misma manera que ya lo hace todo el mundo en su vida cotidiana a través de herramientas digitales.

Que la formación y la educación estén centradas en el estudiante es un acercamiento más eficiente a la realidad del aprendizaje, y también es la solución más beneficiosa para el estudiante en la sociedad red del siglo XXI. No se trata de preocuparse en dotar a las instituciones educativas o al alumnado de herramientas telemáticas, sino de aplicar el enfoque adecuado para que con dichas herramientas digitales los estudiantes puedan comunicarse desde cualquier lugar, puedan aprender a lo largo de la vida, aprendan en colaboración y desarrollen su competencia informacional.

Por lo tanto, nuestra sociedad necesita una estructura formativa que dé respuesta a los requerimientos y a las características de la sociedad actual. Una formación donde los estudiantes tengan una presencia determinada y se relacionen intensivamente con compañeros y profesorado.

Fuente: Sancho Teresa, Borges Federico y Gros Begoña, Evolución y retos de la Educación virtual, Construyendo el E-learnig del siglo XXI, Editorial UOC, Barcelona.