¿Qué significa estudiar en un entorno virtual?

Nos acercamos a un estudiante que aprende en un entorno virtual. Es tarde y el estudiante pone en marcha el ordenador con la intención de conectarse a una de sus aulas. Está sentado en la silla de siempre, tiene todos los papeles necesarios (que son pocos) para empezar la tarea que tiene prevista para esta noche. Todavía recuerda el día en que alguien le comentó que cursar unos estudios a distancia en línea era la oportunidad de progresar profesionalmente. De entrada, pensaba que estaría solo y aislado.

Con una sonrisa en los labios recuerda aquellos momentos de dudas e incertidumbres. Se equivocaba del todo. Nunca había estado tan comunicado con el mundo: lectura de los mensajes de la profesora, diálogo con compañeros, trámites administrativos a través de la red, contacto con nuevas perspectivas y nuevas maneras de hacer. En definitiva, una realidad diferente a la esperada, un torrente de novedades, de posibilidades, de opciones que le podían llevar a sentirse algo sobrepasado por la situación.

No hace ni un año queha iniciado esta aventura y después de una cierta desorientación inicial le parece que ya le tiene tomada la medida. Intuía entonces que los momentos de frustración, de interrogantes múltiples sobre varias cuestiones, no siempre con una respuesta inmediata, apenas habían empezado. La comunicación asíncrona, con sus tiempos de espera, los ritmos en la realización de tareas compartidas y la interpretación inevitablemente subjetiva del texto escrito marcarían definitivamente su aprendizaje. Y su manera de aproximarse a la realidad, de captarla y de comprenderla. Esta experiencia de aprendizaje que apenas había iniciado marcaría su carrera acadé-mica y profesional, su vida, y muy probablemente, la de su entorno más próximo.

Desde este escenario es desde donde partimos para presentar las implicaciones, relaciones, hechos, sentimientos y experiencias que comporta estudiar en un entorno virtual.

Existen varios elementos que marcan el proceso de aprendizaje de este estudiante y que hay que tener en cuenta a la hora de analizar su situación: inquietudes, aproximación a una institución educativa, elección, formalización del compromiso, expectativas, aprendizaje de las distintas materias, certificación de aptitud, finalización de los estudios, graduación. Efectivamente, el proceso de aprendizaje del estudiante empieza cuando cree que le sería conveniente iniciar una titulación universitaria o efectuar un curso de posgrado o, simplemente un curso de verano. Explora las distintas posibilidades, y finalmente, escoge una institución educativa y una oferta formativa concreta.

Formaliza la matrícula de una, dos o más asignaturas, le proporcionan documentación diversa y un calendario que le permite ver posibles organizaciones temporales de todo lo que tiene que hacer (trabajo, familia y ocio, estudios). A partir de aquí, en función de la duración teórica de los estudios, irá estudiando al ritmo que más le convenga, y si todo va bien, acabará y se graduará, o según el caso, recibirá un certificado de aptitud. Las distintas fases están marcadas por la adecuación entre expectativas y actividad del estudiante, por un lado, y la acción institucional (acción docente, procedimientos administrativos), por el otro. Es este encaje lo que, en muchos casos, determinará el éxito del viaje. A continuación exploraremos el escenario de las distintas fases e intentaremos dar algunas claves.

Diferentes motivaciones pueden llevarnos a tener interés en iniciar un proceso formativo en un entorno virtual. Es el caso por ejemplo de una persona que entró en el mercado laboral con estudios de primaria o después de haber realizado algún tipo de formación profesional específica (en el campo de la informática, por ejemplo) y ahora quiere progresar profesionalmente; también lo puede tener alguien que, con una titulación universitaria, quiere completar su formación en áreas que personalmente o profesionalmente le interesan, y en estos momentos, no podemos olvidar a los jóvenes que buscan nuevas opciones y mucha flexibilidad.

Cada persona es un caso diferente, pero cada vez hay más personas que quieren reorientar su vida profesional y piensan que tener una buena formación es una condición necesaria para conseguirlo. Y no se equivocan: entre 2007 y 2010 el índice de desempleo masculino con educación primaria pasó del 8% al 30%, y los hombres con estudios superiores en desempleo, del 4% al 11%; en cuanto al desempleo femenino, esta diferencia no es de 19 puntos sino de 16 puntos.

Los mecanismos por los que nuestro estudiante, o una persona en esta tesitura, escoge un programa formativo y una institución determinada son diversos, pero hay factores que son claves: la posibilidad de conciliar la vida personal y profesional con la formación, no tener que desplazarse a una hora concreta a un lugar concreto y, por supuesto, la autonomía y flexibilidad en el ritmo de progreso en los estudios. Además, en estos momentos la formación virtual empieza a ser una opción también para personas que sí pueden ir a clase cada día pero quieren tener más flexibilidad de horarios y de localización. Sea como sea, el estudiante valora las distintas opciones y escoge una modalidad en línea, se fija unos objetivos a 4 o 5 años vista y decide empezar.

De momento, se matricula en dos asignaturas y dispone de un par o tres de meses para situarse antes de que empiece el curso. Recibe unos materiales de estudio en papel y algún libro; también tiene el primer contacto con la persona que le da de alta en la plataforma virtual, desde donde se llevará a cabo la acción formativa.

Se le ha asignado un tutor que le acompañará durante todo el proceso. Será quien le guíe en la elección de las asignaturas, quien pueda ayudarle a resolver situaciones problemáticas, su interlocutor para gestionar cuestiones administrativas con la institución. Esta figura, que difiere en nombre y funciones según la institución, es discutida en muchos entornos, pero se ha introducido en muchas instituciones de educación superior a raíz de la implementación de los nuevos grados.

Específicamente, los estudiantes que optan por una modalidad virtual difieren en edad, actividades, lugar de residencia, nivel económico y situación personal; por otra parte, si bien las claves de la relación entre las personas vinculadas a una misma asignatura (profesorado, compañeros/as) son más o menos claras, las pautas para el contacto con la institución no siempre están bien definidas. En este sentido, el estudiante cuenta con una persona que le puede dar apoyo en la toma de algunas decisiones relativas a su actividad académica y puede ayudarle a resolver cuestiones burocráticas y administrativas.

Fuente: Sancho Teresa, Borges Federico y Gros Begoña, Evolución y retos de la Educación virtual, Construyendo el E-learnig del siglo XXI, Editorial UOC, Barcelona.