Participación social de las ONG ambientalistas

La participación social que más conozco es la participación social para las cuestiones del medio ambiente, tanto internas como externas. Tema que hasta hace apenas dos décadas entró a la discusión nacional, en ocasiones empujada por lo que ha venido sucediendo en el ámbito internacional.

La práctica en el movimiento ambientalista, en términos generales, está mínimamente determinada por las relaciones con el gobierno. De hecho, la mayoría de los grupos pequeños e incipientes no tienen relación con éste. Sus acciones se desarrollan en otros niveles y son igualmente efectivas.

Lo importante de este tipo de prácticas es que sumando todas ellas sí repercuten en las políticas de Estado, aunque los grupos no lo sepan Y, por supuesto, existen varios grupos cuya acción depende continuamente de su relación con el gobierno.

Más importante que las relaciones que se puedan lograr con otros sectores o instituciones en una primera etapa, son más necesarias para el fortalecimiento de un grupo las técnicas participativas que cada organismo aplique a su interior y, en una segunda etapa, las técnicas participativas que apliquen los grupos hacia los otros grupos con los que deseen interactuar.

A esto se le debe sumar la profesionalización y seriedad alcanzada de la ONG. Si esto queda consolidado, las relaciones con el gobierno fluyen de una manera significativa y positiva a favor de los grupos.

La participación es invocada continuamente. Es una proclama de todas las organizaciones no gubernamentales. Sin embargo, estas demandas nada dicen acerca de los procedimientos que se realizan, de tal forma que la palabra participación encierra muchas connotaciones.

El término participación, entendido en sentido estricto, puede reservarse a los momentos en las cuales un individuo o grupo contribuye directa o indirectamente en una situación dada.

La participación social se puede definir como una serie de actividades que tienden a la solidaridad humanitaria, o a la atención de problemas que, afectan tanto económica, política, social, cultural, ambientalmente o a la salud de las comunidades donde se llevan a cabo las acciones.

Desde mí muy particular punto, de vista, la participación social va ligada estrechamente con la participación política. La diferencia más relevante es que la participación política abierta la ejercen generalmente los ciudadanos y la otra la puede realizar cualquier habitante sin contar edad o nacionalidad.

Generalmente los países donde se desarrolla una fuerte participación social cuentan con una sólida base de infraestructuras políticas, caracterizadas por un alto índice de alfabetismo y con una tradición democrática.

La participación social no es siempre unívoca, habrá diferencias sustanciales en el proceder de los diferentes actores, aun cuando se tenga un objetivo común. Esto es debido a los tintes o matices ideológicos de cada grupo o individuo, los cuales marcarán pautas de conducta que divergirán entre unos y otros.

La participación puede llevarse a cabo de diversas formas: como espectador más o menos marginal que legitima su participación por medio de la presencia voluntaria en reuniones y eventos o porque pertenece a equis grupo como socio o suscriptor; sus comportamientos son esencialmente pasivos.

También existen los que participan en determinadas coyunturas, pero después pasan a la pasividad. Otros más son los que participan pero dejándose llevar por un líder, son activos pero no emiten opinión y otros son los que llevan el rumbo como protagonistas de relieve.

Lo más deseable para un ideal democrático es que los habitantes se encuentren atentos y activos en los asuntos públicos, informad os de los acontecimientos que van marcando los rumbos de una nación, que sean capaces de elegir dentro de las diferentes alternativas y comprometidos de manera directa o indirectamente en la participación de la sociedad como corresponsables de los destinos de cualquier país.

Sin embargo, a diario comprobamos que la realidad es muy diferente. No sólo en nuestro país, sino en todos aquellos donde los grupos de poder dominantes, ya sean políticos o económicos, ejercen presiones a muy diferentes niveles para que esta participación no se lleve a cabo y así imponer los modelos de desarrollo que a ellos les conviene.

En nuestro país, por ejemplo, algo que ha frenado la participación social de ciertos sectores es la gran manipulación que se hace de la información, sobre todo por los medios masivos de comunicación electrónicos, los cuales dirigen la atención del público a los eventos deportivos, a los espectáculo, o bien, se queda la información en los chismes de la política barata, hoy política roja, consiguiendo de esta manera que los verdaderos problemas estructurales y las causas de éstos pasen a un segundo o tercer término, en el mejor de los casos.

No podernos dejar de hablar de la marginación, la desnutrición y la falta de salud y educación como obstáculos para la participación de las mayorías. Estas, lógicamente, están más preocupadas por sobrevivir que de participar social o políticamente. De tal forma, que la participación conciente y cotidiana se reduce, las más de las veces, a las clases medias y, para asuntos de conveniencia personal, a las clases altas.

Se les llaman actos de participación a muy diversas prácticas como votar, permitir a otros hablar, pedir y emitir opinión o, en ocasiones, se dice que participa, porque asiste y se sienta a escuchar pasivamente.

El problema empieza cuando se presupone que por realizar estas acciones las personas verdaderamente están participando, y se refieren a la participación como si solamente existiera una única forma de hacerlo. Más aún, como si estos hechos por sí solos, automáticamente generaran una mejor calidad de vida, o la solución a los problemas.

Cabe aclarar, además, que no necesariamente la participación es constante durante todos los procesos. Ésta se puede dar al inicio, durante o al final de la practica.

También debe quedar entendido que existen varios niveles de participación. Los principales son al interior del grupo al que se pertenece (interna) y la participación de éste con otros sectores o instituciones (externa).

El desarrollo de la acción en el ambientalismo no puede ser un conjunto desordenado de actividades, o simples respuestas coyunturales a diferentes exigencias de la realidad. La practica exige técnicas participativas, donde además deben darse actividades de análisis y evaluación crítica de los pasos que se están efectuando, y donde la coparticipación reemplaza a la dominación.

Esta forma es muy importante dentro de la facilitación grupal o participación interna. Sin embargo, en ocasiones esta forma no se puede llevar a cabo a la participación externa, pues por lo general se tiene que concertar con cada interlocutor para establecer las reglas del juego.