Mundo de los valores en las ciencias sociales

(La abeja y el aguijón. El mundo de los valores en las Ciencias Sociales La abeja saca su aguijón, cuando sabe que va a morir)

El mundo de la educación coincide más o menos en algunas funciones sociales, como las de preparar al individuo para el trabajo, para la vida pública ”es decir, para asumirse como ciudadano”, para desarrollarlo como ser humano, integrarlo a la sociedad civil y finalmente para establecer, mantener y revitalizar la conciencia nacional entre los alumnos.

La educación ofrece una recuperación e interpretación de los valores fundamentales de cada cultura aunque, primariamente a través de la familia, tiene las influencias directas o indirectas de las instituciones de mayor poder, los estados, las iglesias y por supuesto las escuelas. (Fernández: 1995; Sicinski: 1990 y Gómez: 1996)

La escuela como espacio de recreación o disolución de los valores 

Preparar a los individuos para el trabajo desde la escuela ha sido preocupación de los estados nacionales en razón de los sistemas de valores, normas y modelos de comportamiento social, la competencia mundial de los mercados y la ideología que se pretende insertar o mantener en las generaciones de niños y jóvenes dependientes de los adultos. De ahí que algunos estudiosos de la función social escolar la vean como reproductora de la cultura donde se desarrolla, de los intereses económicos del Estado o del control social de las clases dominantes.

En los últimos años, algunos de los pueblos indios de México han sacado el aguijón en contra de la dominación: en Chiapas, en Guerrero, en Jalisco, en San Luis Potosí, en Veracruz. No es que sepan que van a morir, «es que ya estamos muertos» ”dicen los zapatistas”, para que otros vivan. En otros términos, tienen esperanza en que en el futuro sus hijos extenderán su cultura.

Lo que observamos, subjetivamente, es un retorno de los valores, incluso un nuevo interés religioso en algunos espacios de la cultura. Cabe la posibilidad de que ante la conciencia del sentimiento de muerte de las culturas, nuestras sociedades saquen su aguijón, el último, el de los valores más elementales a defender. Además de los fenómenos sociales contracoloniales y complejos de las guerras santas y los fundamentalismos, en el campo del pensamiento, el ocaso o a la crisis de la modernidad, en los términos de Gianni Vattimo:

«ha traído consigo la disolución de las principales teorías filosóficas que pensaban haber liquidado la religión: el cientificismo positivista, el historicismo hegeliano y, después, marxista. Hoy ya no hay razones filosóficas fuertes y plausibles para ser ateo o, en todo caso, para rechazar la religión. El racionalismo ateo, en efecto, había tomado en la modernidad dos formas: la creencia en la verdad exclusiva de la ciencia experimental de la naturaleza y la fe en el desarrollo de la historia hacia una situación de plena emancipación del hombre respecto a toda autoridad trascendente.» (Vattimo, 1996: 22).

En la escuela, aunque es conocido que los valores se transfieren a través del currículum real y también por medio del currículum oculto (tanto en materias específicas, como en el llamado curriculum transversal), es en el espacio que llamaremos genéricamente de las ciencias sociales y humanas, en el que se plantea explícitamente la enseñanza de los valores.

Autor: Humberto Orozco Barba