El pabellón de turismo

El Pabellón de Turismo era un centro de información y bancario que se encontraba enfrente a la Puerta de Honor. Fue diseñado por el arquitecto Robert Mallet – Stevens (1886 – 1945) y se caracterizó por tener poca decoración y resaltar la funcionalidad de la arquitectura. Contaba con un reloj en forma de cruz y con unos paneles con relieves obra de Jean y Jˆel Martel (1896 – 1966); un diseño cubista en las ventanas afirmaba la contemporaneidad de la glamorosa exposición.

Para mostrar el camino conservador, pero a la vez la finura, distinción y donaire del gusto francés Emile-Jacques Ruhlmann (1879-1933) organizó el pabellón La Casa de Un Rico Colecccionista, (LHotel du Collectionneur), en el cual también incluyó su mobiliarío, que consistió en la fantasía extrema de las piezas que un coleccionista pudiera tener.

El diseño como tal se debió a Pierre Patout y ”Contenía esculturas de Joseph Bernard, Antoine Bourdelle, Le Bougeois, Temporal, Pisson, Hairon, Janiot, Déjean, Focault, Despiau y Pompon, la decoración del mismo Ruhlmann con la colaboración de Francis Jourdain, Léon Jallot y Henri Rapin, plata de Jean Puiforcat, herrerÌa por Edgard Brandt, cerámicas por Lenoble, Mayodon y Decour, lacas por Dunand, cristal y vidrío por Décorchemont y pintura de artistas como Jean Dupas, Robert Bonfils y Gustauve Jaulmes».

Aunque todos estos artistas trabajaban sus propios diseños, en este pabellón se unen para conjuntar no un estilo, sino la idea de lo que podría ser una mansión casi exótica, pero de «buen gusto«. Los objetos salidos de los «ateliers«, únicos y exclusivos ahí presentados se convirtieron como tales en obras de Art Déco. En la arquitectura del pabellón un medio cilindro con vanos rectangulares está acompañado de tres niveles ascensionales lo cual remite ya sea a la arquitectura mesopotámica de los zigurats o bien, a la arquitectura mesoamericana. Escaso de decoración exteríor, en el remate del medio cilindro tres paneles en bajo relieve de Joseph Bernard (1866 – 1931) representan escenas de mujeres en movimiento donde hay una fuerte referencia a la plástica helénica. Al frente un grupo escultórico de tres mujeres semidesnudas de anatomías robustas, las cuales descansan en una base cuadrada, es obra de Jules Jeanniot y también refiere al mundo mediterráneo.

Como la gran exposición se presentó en París era obvio que los franceses quisieran exponer un pabellón que sirviera de modelo de una sede diplomática del galo país, más aún siendo una nación con un fuerte colonialismo. La Societé des Artistes Décorateurs fue la encargada de trabajar La Embajada Francesa, en la cual artistas tanto de la sociedad como ajenos participaron en todos los campos del diseño para la decoración del interior. Veinticinco habitaciones fueron engalanadas por grandes maestros de la época, que se convertirán de la misma manera en renombrados artistas del Déco: Maurice Dufrene, Jean Dunand (1877 – 1942), André Groult (1884 – 1967), Pierre Chareau (1883 – 1959), Paul Follot.

En todos los pabellones franceses se exhibía con lujo y exaltación los diseños tanto de talleres como de tiendas, muchas de ellas relacionadas con la elite de la Belle Epoque. El pabellón de René Lalique, además de mostrar sus objetos, presumía su iluminada fuente de cristal, mientras que el pabellón de La Elégance, refinado como su nombre, se ennoblecÌa aún más con los textiles de los destacados Bianchini y Rodelier y con los exóticos muebles de Armand-Albert Rateau.

«Los pabellones de fabricantes eminentes como Baccarat, Christofle, Luce y Sevres expusieron también lo último en diseño moderno».

Muchos países ofrecieron sus muestras a través de sus pabellones. Bélgica, Holanda, Inglaterra, Italia, España, Austria, Suecia, Dinamarca, Checoslovaquia.

Uno de los que llamó la atención de los franceses, entre otros, fue el pabellón de Polonia titulado Republique Polonaise, cuya arquitectura fue hecha por Joseph Czajkowski (1872 – 1947). La reja de entrada la componían formas vegetales geométricas. En el dintel de la puerta letras estilizadas titulaban el pabellón y un tímpano triangular se encontraba decorado con relieves geométricos y angulosos que daban la idea de un medio sol irradiando vibrantes rayos luminosos. En el friso que recorre el remate de la barda, un zigzag en relieve daba la idea de movimiento. Entre la puerta de acceso y el interíor se ubicaba un pequeño patio en el cual estaba una escultura de una mujer desnuda, parecida a las mujeres de
Jeanniot del pabellón de Un Rico Coleccionista. Una torre en hierro se elevaba escalonadamente en ritmo con las decoraciones de la puerta de acceso.

El pabellón soviético de Konstantin Melnikov (1890-1974) causó revuelo, pues carente de decoración alguna, era una verdadera muestra de los anhelos de vanguardia y modernidad de la recién formada U.R.S.S. Grandes ventanales cuadriculados en una edificación geométrica y una escalera al aire libre colocada en la parte lateral, equilibraba el peso con unas estructuras entrecruzadas en forma de equis. La aventura técnica de este pabellón, además de obtener un

Grand Prix, iba en avanzada a los tiempos venideros del estilo internacional. Vittorío De Feo en su libro La arquitectura en la U.R.S.S. 1917 – 1936 comenta sobre el pabellón soviético:

«Obra de Mélnikov, del grupo Asnova, la pequeÒa construcción provisional evita toda retórica. Resulta perfectamente conseguida la intención de transformar en movimiento la estaticidad espacial y romper el volumen en perspectivas inesperadas; a ello contribuyen el juego de las escaleras, la ligera estructura de madera, puesta sinceramente de manifiesto, y los colores puros. La construcción prueba no sólo la capacidad del arquitecto, sino también una mayor madurez general, una cristalización de las ideas de grupo, lejos ya del simplismo y de los esquemas retóricos originaríos».

Fuente: Apunte Historia del Arte del Siglo XVIII al Siglo XX de la U de Londres