La pobreza desde la perspectiva de género

En la década de los ochenta, algunas feministas del tercer mundo comienzan a analizar el fenómeno de la pobreza desde una perspectiva de género. Ellas identifican una serie de fenómenos dentro de la pobreza que afectaban de manera específica a las mujeres. Así, señalan que la incidencia de las mujeres en la pobreza era mayor a la de los hombres, que la pobreza de las mujeres era más severa que la de los hombres y que existía una tendencia a un aumento más marcado de la pobreza femenina, particularmente asociada con el aumento de los hogares con jefatura femenina. Para dar cuenta de este conjunto de fenómenos se utilizó el concepto de “feminización de la pobreza”.

Aunque el planteamiento de la “feminización de la pobreza” ha sido bastante debatido, ha puesto en evidencia la necesidad de reconocer que hombres y mujeres experimentan la pobreza de maneras diferentes, y que el género es un factor –junto con otros, como la edad, etnia, ubicación geográfica- que incide en la pobreza aumentando la vulnerabilidad de las mujeres a experimentarla. En este sentido, como lo señala Gita Sen (1998), “la probabilidad de ser pobre no se distribuye al azar en la población”

La división del trabajo por sexo, al asignar a las mujeres el espacio doméstico, determina la “desigualdad en las oportunidades que ellas tienen como género para acceder a los recursos materiales y sociales (propiedad de capital productivo, trabajo remunerado, educación y capacitación), así como a participar en la toma de las principales decisiones políticas, económicas y sociales” (Bravo, 1998:63). En efecto, las mujeres cuentan no sólo con activos materiales relativamente más escasos, sino también con activos sociales (ingresos, bienes y servicios a los que tiene acceso una persona a través de sus vínculos sociales) y culturales (educación formal y conocimiento cultural que permiten a las personas desenvolverse en un entorno humano) más escasos, lo que las coloca en una situación de mayor riesgo de pobreza.

Este menor acceso de las mujeres a los recursos debido a los limitados espacios asignados a ellas por la división sexual del trabajo y a las jerarquías sociales que se construyen sobre la base de esta división, determinan una situación de deprivación en diferentes ámbitos sociales, fundamentalmente dentro de tres sistemas estrechamente imbricados: el mercado de trabajo, el sistema de bienestar o protección social y los hogares (Ruspini, 1996).

Esta discusión conceptual sobre la pobreza tiene una importancia crucial en la medida que, como lo han corroborado algunos estudios (Ruggeri, Saith & Stewart, 2003), la definición de pobreza define también los indicadores para su medición y el tipo de políticas a implementar para su superación. Sin embargo, es importante que el debate sobre la conceptualización de la pobreza no necesariamente esté delimitado por las posibilidades de medición, es decir, que se abra más allá de las posibilidades actuales de medición.

De acuerdo con esta conceptualización más amplia de la pobreza, otras dimensiones relevantes para visibilizar la manera diferente en que afecta a hombres y mujeres son la autonomía y la violencia.

Fuente: Comisión Económica para América Latina y el Caribe – CEPAL