Las ideas universales aducen que somos iguales y ocultan desigualdades

La idea de los derechos universales implica que todas las personas somos iguales, que todas tenemos las mismas necesidades e intereses y partimos de las mismas posiciones de poder y recursos. La academia y el activismo feministas destacan que si bien la democracia implica igualdad, en la práctica permite que algunas personas importen más que otras. Los intereses particulares – aquéllos de los hombres del grupo dominante – pueden hacerse pasar por intereses universales (Philips 1993).

Por tanto, la igualdad – si se acepta que significa igual trato con base en que todas las personas son iguales – no tiene sentido para las mujeres y los grupos marginados que difieren de la norma que define a la ciudadanía. En realidad, grupos diferentes tienen distintas necesidades. Por ejemplo, aunque los hombres y las mujeres tienen el derecho al trabajo, ellas podrían requerir más apoyo que los hombres a fin de ejercer ese derecho.

Las trabajadoras, para citar un caso, necesitan licencia por maternidad, seguridad adicional cuando están embarazadas y tiempo libre durante la menstruación (Mukhopadhyay et al. 2003). La falta de comprensión acerca de las diferencias oculta y, por ende, exacerba tales desigualdades, además de servir para afianzar ciertas actividades o características en grupos particulares. En el empleo, por ejemplo, las mujeres a menudo están aglutinadas en el trabajo de cuidados o la educación, en tanto los hombres están sobre-representados en áreas tales como el trabajo de las finanzas o del transporte.

Fuente: Informe general de género y ciudadanía. Bridge development-gender