Leonardo Da Vinci: características del artista que se relacionan directamente con su obra.

Leonardo fue un maestro en combinar la mirada del niño con la experiencia del adulto. Una de las claves de su genialidad reside en su forma de percibir la realidad, directamente relacionada con la activación de sus capacidades cerebrales.

Ya se ha convertido en un tópico la afirmación de que los seres humanos sólo utilizan menos de un diez por ciento de su poder mental. Leonardo es un ejemplo de lo que puede conseguir una persona cuando se activa en ella parte de ese potencial dormido.

Su habilidad para integrar el pensamiento racional (que separa para comprender) con el pensamiento analógico (que une y relaciona cosas aparentemente diferentes) fue tan magistral que excede, con mucho, el marco histórico y cultural en el que vivió.

Su luz interna se proyecta hasta nuestros días, iluminando el camino de aquellos que comienzan a desarrollar sus potencialidades latentes. De hecho, es ahora cuando comienzan a revelarse las facetas ocultas de Leonardo, quizá porque hasta ahora el mundo no estaba preparado para comprenderlas.

Leonardo fue precursor de Bacon y de Galileo; antes de Copérnico escribió que «il sole no si mouve»; anticipó la teoría de la gravedad doscientos años antes de que se formulara y descubrió también lo que Newton llamaría más tarde «el espectro solar».

Pero en este caso, como en tantos otros, Leonardo no especula ni se pierde en divagaciones teóricas; simplemente aplica lo que descubre, y así plasma en los reflejos de una gota de agua los efectos de la descomposición de la luz por refracción en un prisma. No es de extrañar que la contemplación de sus obras subyugue e inspire de un modo tan intenso.

El pensamiento de Da Vinci revela también que su conciencia dio un salto cuántico. «La pittura é una cosa mentale» anotó. Esta cita resuena en la misma frecuencia que la afirmación de Eddington acerca de que la materia del Universo es materia mental.

Ciertamente, como explica la nueva física, el Universo comienza a parecerse más a un gran pensamiento que a otra cosa. Para Leonardo, los límites de la realidad los pone uno mismo. Las fronteras no están fuera, sino dentro de la propia mente, y por eso afirma que «todos nuestros conocimientos tienen su origen en nuestras percepciones».

Da Vinci trabajó activamente sobre su propia persona. Su primer campo de experimentación fue él mismo, su cuerpo y su mente. Y en sus manuscritos nos dejó información más que suficiente para saber cómo lo hacía. Veamos algunas de las técnicas personales que empleaba: Equilibrio de los dos hemisferios cerebrales.

El de la conciencia está ligado con los procesos bioquímicos del cerebro. Nuestro mundo está organizado de manera que el hemisferio izquierdo (lineal, ordenado, analítico, objetivo, lógico) tiene más actividad que el derecho (espacial, aleatorio, intuitivo, sensual y creativo).

Una de las formas en que ambos tipos de ondas cerebrales pueden armonizarse es utilizando las dos manos y practicando la acción opuesta a la que se está acostumbrado. Es bien sabido que Leonardo utilizaba la escritura especular, que sólo puede leerse con la ayuda de un espejo.

Siempre se ha dicho que lo hacía para ocultar el contenido de sus notas. Una explicación tanto más absurda cuanto que se sabe que Da Vinci preparaba sus cuadernos para que fueran publicados, y además muchos de ellos están escritos dirigiéndose de forma personalizada al lector.

Resulta mucho más coherente con la personalidad de Leonardo pensar que su escritura especular era una de sus técnicas personales.

Visualización y trabajo con imágenes interiores. Leonardo afirma «mirar en su memoria» y recomienda practicarlo cuando se está tendido en la cama «Volver con la imaginación a lo que me interesa es un notable ejercicio», dice.

Detallista y minucioso en sus descripciones, matiza que para él hay dos formas de trabajar con la imaginación conscientemente dirigida: «recrear internamente las cosas que ya han pasado, o imaginar las cosas que pasarán».

Fuente: Apuntes Historia del Arte del Renacimiento al Siglo XVII