Peter Paul Rubens

Rubens fue un destacado exponente del estilo barroco y uno de los mayores artistas del siglo XVII. Durante una estancia en Italia (1600 – 1608), se vio influido por el arte antiguo y el renacimiento italiano y llegó a ser el pintor por excelencia de retablos, de pintura histórica, de decoraciones a gran escala y de paisajes.

Erudito, coleccionista y diplomático, fue nombrado caballero por Felipe IV de España y Carlos I de Inglaterra. De padres flamencos, Rubens nació en Siegen, Alemania, y hacia 1588 se trasladó a Amberes, Bélgica, donde se formó con Otto Van Veen.

Entre 1600 y 1608, Rubens estuvo en Italia; en Mantua trabajó para los Gonzaga, pero pasó periodos en Roma y Génova. También estuvo en España. A su regreso a Amberes realizó los dos fabulosos trípticos de la Resurrección y el Descendimiento de la Cruz.

En 1609, Rubens fue nombrado pintor de corte del archiduque Alberto y la infanta Isabel, gobernadores de los Países Bajos bajo la corona española.

En 1628 – 1630, Rubens estuvo de nuevo en España, donde conoció a Diego Velázquez, y desde donde viajó a Inglaterra, como intermediario para negociar una alianza entre los dos países.

Carlos I encargó a Rubens la decoración del techo de la Banqueting House de Whitehall. Rubens presentó al rey su obra «La paz y la guerra». Tras la muerte en 1626 de su primera esposa, Isabel Brant, Rubens contrajo matrimonio con Helena Fourment en 1630.

En 1635 adquirió la casa solariega de Het Steen, donde pasó los últimos años de su vida parcialmente retirado. Durante esta última etapa pintó paisajes por diversión, pero sus encargos (algunos para Felipe IV de España) eran realizados en gran medida por sus discípulos, quienes se basaban en los dibujos preliminares del artista.

En Rubens, tanto la Iglesia como el estado, encontraron un artista soberanamente dotado para satisfacer sus demandas de decoración y glorificación en gran escala.

Rompió decididamente con la tradición septentrional de las obras de reducidas proporciones; las suyas mostraron a sus contemporáneos las inmensas posibilidades del arte vigorosamente naturalista. Su arte tipifica el barroco, en el se encuentran todas las características que se asocian con este estilo.

Esta pleno de poder, de gestos amplios y de movimiento dinámico; el colorido es resplandeciente y radiante, las pinceladas, libres y expresivas. Se funda en un intenso estudio de la naturaleza y recibe una exhuberante vitalidad de su percepción de la belleza sensual de la superficie y textura de la carne, de los ricos tejidos, de la hierba y del agua.

Una gran confianza en el vigor del cuerpo, una creencia en la energía que expresa una gratitud religiosa por la vida, se encuentran en el núcleo de su estilo y se ponen de manifiesto tanto en el gozoso sentimiento festivo de sus retablos como en la lustrosa y sedosa piel de sus desnudos femeninos.

En la obra de Rubens se pueden observar características como la simplicidad, que en realidad con este término no se refiere al modo en que se organizan la riqueza de significación y forma en una estructura total que define claramente al lugar y la función de cada uno de los detalles en conjunto.

Kurt Badt dice de Rubens, que es uno de los artistas más simples, lo cual parecería paradojico. Explica: «Claro que para captar su simplicidad es necesario entender un orden que domina un enorme mundo de fuerzas activas».

Badt defina la simplicidad artistica como «el ordenamiento más hábil de los medios basado en la comprensión de lo esencial, a lo cual todo lo demás debe subordinarse». En cuanto a la iluminación, Goethe hizo notar la incohorencia de un grabado de Rubens.

La mayor parte de los objetos que se veían en el paisaje aparecían como iluminados desde adelante y, por lo tanto, su cara mas brillante era la que daba al observador. En particular la luz brillante que descendía sobre un grupo de trabajadores en el primer termino, se destacaba eficazmente de un fondo oscuro.

Este contraste se lograba, no obstante, por medio de una gran sombra que avanzaba desde un grupo de árboles hacia el observador, lo que contradecía los otros efectos luminosos de la imagen. «La doble iluminación», comenta Goethe «es por cierto forzada y, podría uno decir, contra natura. Pero si es contra natura, diré que, a la vez es mas elevada que natura…»

Fuente: Apuntes Historia del Arte del Renacimiento al Siglo XVII