Felipe II

Felipe II (1527-1598), rey de España (1556-1598), llegó a gobernar sobre el vastísimo conjunto de territorios integrado por las coronas de Castilla y Aragón, Navarra, el Rosellón, el Franco Condado, los Países Bajos, Sicilia, Cerdeña, el Milanesado, Nápoles, diversas plazas norteafricanas (Orán, Túnez), Portugal y su Imperio afroasiático, toda la América descubierta y Filipinas. Sin duda, la unidad territorial más amplia de la edad moderna puesta bajo un mismo cetro.

Hijo y heredero del rey Carlos I (emperador Carlos V) y de Isabel de Portugal, nació en Valladolid el 21 de mayo de 1527. En su preparación para hacerse cargo de su cometido regio y de gobierno se instruyó desde muy joven con Juan Martínez Silício y Juan de Zúñiga. Su papel en política interior y su protagonismo internacional fueron destacadísimos durante la segunda mitad del siglo XVI.

Organización política de la monarquía

En 1543, el rey español Felipe II contrajo su primer matrimonio con su prima María Manuela de Avís, más conocida como María de Portugal, quien falleció en julio de 1545 tras dar a luz al primogénito, Carlos de Austria. Recluido en el Alcázar de Madrid por orden de su padre desde enero de 1568, el príncipe falleció en julio de ese año. Este retrato de Carlos de Austria es obra del pintor español de la corte de Felipe II, Alonso Sánchez Coello, y se conserva en el madrileño Museo del Prado.

Las continuas ausencias centroeuropeas de su padre, en sus funciones imperiales y de defensa de la unidad religiosa, le procuraron una temprana labor de regencia desde 1543, año en que contrajo su primer matrimonio con su prima María de Portugal, hija del rey portugués Juan III. En julio de 1545 falleció María de Portugal tras dar a luz al primogénito, Carlos de Austria. En 1554, Felipe II volvió a casarse, esta vez con la reina de Inglaterra, María I Tudor. Poco después, las enfermedades del emperador Carlos V motivaron su abdicación de los títulos inherentes a las coronas de Castilla y Aragón en Felipe, el segundo con ese nombre tras su abuelo (el rey castellano Felipe I el Hermoso), en 1556.

En el año 1527 nació en la ciudad de Valladolid el que se sería el gobernante más importante y poderoso de la Monarquía Hispánica. En el palacio Pimentel, el edificio en el que se aloja en la actualidad la Diputación Provincial de Valladolid, se encuentra este bello mural realizado en azulejo en el que se da cuenta de la presentación a Felipe II, realizada el 10 mayo de 1562, de los planes para urbanizar la capital castellana.

Después de viajar por Italia y los Países Bajos y ser reconocido como sucesor regio en los estados flamencos y por las Cortes castellanas, aragonesas y navarras, se dedicó plenamente a gobernar desde la corte, establecida en Madrid de forma oficial en 1561, con gran actividad y celo.

La unidad religiosa es considerada el eje vertebrador de la política institucional del reinado de Felipe II de España (1556-1598). La fotografía reproduce el conjunto escultórico del mausoleo de Felipe II, en el que aparece éste (en el centro) junto a tres de sus sucesivas esposas (María de Portugal, Isabel de Valois y Ana de Austria) y al príncipe don Carlos (Carlos de Austria), todos ellos en actitud orante. Esta obra en bronce de Pompeo Leoni (c. 1590) se encuentra en el monasterio de El Escorial (San Lorenzo de El Escorial, Madrid).

En el interior de la península Ibérica, cabe destacar diferentes aspectos de su gobierno. La monarquía personal de Felipe II se apoyaba en un gobierno ejercido por medio de consejos y de secretarios reales, así como en una poderosa administración centralizada. Políticamente, dicho tribunal fue utilizado para acabar con los conatos de protestantismo descubiertos en la Meseta castellana.

Así, el mantenimiento de la unidad religiosa estuvo siempre presente en la acción de gobierno de Felipe II, que con todo rigor se valió de los autos de fe, como los celebrados en Valladolid ya en 1559, para afianzar la Contrarreforma católica. Además, en 1568 moría el príncipe Carlos de Austria, que había sido arrestado debido a sus contactos con los miembros de una presunta conjura sucesoria promovida contra Felipe II por parte de la nobleza.

Política exterior

El reinado de Felipe II (1556-1598) estuvo marcado por una serie de claves de carácter global, pero con unos referentes concretos ineludibles. Por un lado, el enfrentamiento con el Imperio otomano en el mar Mediterráneo, al cual pueden ser adscritos, de forma general, los ataques piráticos lanzados sobre las costas hispánicas desde el norte de África, así como el episodio local de la sublevación de los moriscos de Las Alpujarras (1568-1571). El punto álgido de este frente se alcanzó en 1571 con la batalla de Lepanto. Por otra parte, el enfrentamiento con Inglaterra, con el dominio del océano Atlántico como trasfondo subyacente, cuyo hito crucial se produjo en 1588 con la fracasada acción de la Armada Invencible.

Con anterioridad, en 1566, había surgido otro foco que terminaría por convertirse en escenario de conflicto permanente para el Rey Prudente: los Países Bajos, rebelados contra la Corona por cuestiones políticas (búsqueda de la independencia), económicas (la zona era un eje básico del comercio de la época) y religiosas (abrazo del calvinismo frente al catolicismo que representaba la Monarquía Hispánica). Los principales enemigos de Felipe II fueron pues, musulmanes y protestantes (anglicanos ingleses y calvinistas flamencos), un reflejo, no casual, del papel de máximo defensor del catolicismo en que el soberano se erigió.

Guillermo de Orange-Nassau está considerado uno de los grandes patriotas de la nación neerlandesa, al ser el principal líder de la lucha contra la Monarquía Hispánica de Felipe II. Su actividad resultó fundamental para que, por medio de la Unión de Utrecht (1579), nacieran la Provincias Unidas, núcleo del actual Estado de los Países Bajos.

Internacionalmente, para mantener y proteger su Imperio, estuvo inmerso continuamente en todos los conflictos europeos. Por esa razón, se multiplicaron las capitulaciones matrimoniales y contrajo sucesivas nupcias con las ya mencionadas María de Portugal y María I Tudor, así como con la francesa Isabel de Valois (1559) y su propia sobrina Ana de Austria (1570), hija del emperador Maximiliano II y madre de quien habría de ser su sucesor, Felipe III, nacido en 1578. Durante el reinado de Felipe II, los conflictos externos se sucedieron en varios frentes. El Rey actuó en todos ellos teniendo presentes siempre criterios políticos y religiosos.

Hija natural del emperador Carlos V, Margarita accedió al ducado de Parma tras casarse en 1533 con Octavio Farnesio. Su hermanastro, el rey de España Felipe II, la designó gobernadora de los Países Bajos en 1559. Ocho años más tarde fue sustituida en ese cargo por Fernando Álvarez de Toledo, tercer duque de Alba, cuando ya había estallado la que pasaría a ser conocida como guerra de los Países Bajos. Su hijo, Alejandro Farnesio, desempeñaría años más tarde asimismo la función de gobernador español de aquellos territorios de la Europa noroccidental.

Heredero de la guerra contra Francia, a pesar de la Tregua de Vaucelles (1556) y nada más comenzar su reinado, ambas casas reales (la francesa Valois y la española Habsburgo) iniciaron su lucha por el control de Nápoles y el Milanesado. En ese contexto, Fernando Álvarez de Toledo, duque de Alba, defendió las plazas italianas, atacando los Estados Pontificios del papa Pablo IV para deshacer la alianza de éste con Enrique II de Francia.

Mientras tanto, los ejércitos castellanos y fuerzas mercenarias derrotaban a las tropas francesas en su propio territorio (San Quintín y Gravelinas, en 1557 y 1558, respectivamente), origen de las negociaciones de la tan beneficiosa para los intereses felipistas Paz de Cateau-Cambrésis del 3 de abril de 1559, en la que se acordó asimismo su matrimonio con la hija de Enrique II, Isabel de Valois, fallecida en 1568. No obstante, la pugna secular por el control europeo entre ambas monarquías continuó con la intervención española a favor de la católica familia de los Guisa en las guerras de Religión francesas, hasta que el rey Enrique IV abjuró del protestantismo en 1593, rubricándose en mayo de 1598 la Paz de Vervins.

El 7 de octubre de 1571, en las aguas del golfo de Lepanto, tuvo lugar el combate entre las respectivas escuadras del Imperio otomano, comandada por Alí Bajá, y de la Liga Santa, integrada por las fuerzas coligadas de Génova, Venecia, Roma y la Monarquía Hispánica, y al frente de la cual estuvo Juan de Austria (hijo natural del emperador Carlos V y hermano, por tanto, del soberano español Felipe II). Aunque el sultán Selim II recompuso pronto su flota y consolidó los territorios bajo su dominio, la derrota de Lepanto marcó un punto de inflexión en la historia del Imperio otomano, al mismo tiempo que, para la Monarquía Hispánica de Felipe II, significó uno de los momentos de mayor exaltación.

Paralelamente, otro gran problema estratégico, comercial y de unidad de la fe era el peligro de la piratería, el bandidaje y las incursiones berberiscas y turcas en el Mediterráneo. Para conjurar dicha amenaza, constituyó, con Venecia, Génova y el papa Pío V el bloque principal de la Liga Santa contra el Imperio otomano. La flota al mando de Juan de Austria —con la participación asimismo de Luis de Requesens y Zúñiga y de Álvaro de Bazán, primer marqués de Santa Cruz— obtuvo en 1571 la renombrada aunque no decisiva victoria naval de Lepanto.

El rey español Felipe II construyó a finales del siglo XVI una flota de gran poder con la esperanza de acabar, no sólo con las incursiones inglesas sobre ciudades españolas y la actividad de los piratas sobre los buques españoles, sino de invadir y conquistar Inglaterra. Los ingleses no pudieron detener a la flota en duelos de cañonazos a largo alcance, por lo que emplearon buques bien artillados para atacarla. La conocida como Armada Invencible eludió el fuego artillero navegando por el norte de las islas Británicas pero las fuertes tempestades hundieron la mayor parte de los buques frente a las costas de Escocia e Irlanda y sólo regresaron 67 buques a España.

Contra Inglaterra los resultados fueron menos afortunados, debido al control marítimo militar inglés. Muerta su esposa María I Tudor en 1568, las relaciones con la sucesora de ésta, la reina Isabel I, se enrarecieron, hasta que chocaron sus contrapuestas políticas religiosa y económica. En su pugna permanente, apoyando a todos los enemigos castellanos, Isabel de Inglaterra acabó con los católicos reyes escoceses, mientras apoyaba la piratería en el Caribe (donde destacó la actividad de Francis Drake) y a los rebeldes holandeses. La conclusión militar vino determinada en 1588 por la derrota de la Armada Invencible, comandada por Alonso Pérez de Guzmán, séptimo duque de Medinasidonia. A partir de entonces, el poderío naval español en el Atlántico comenzaría su declive.

Felipe II tampoco pudo solucionar el conflicto político-religioso que fue uno de los motivos del inicio en 1556 de la guerra de los Países Bajos. Ninguno de los sucesivos gobernadores de ese territorio, desde Margarita de Parma (1559-1567), pudo conseguir sus objetivos. A partir de 1573, tras las victorias del duque de Alba, que ejecutó al conde de Egmont y a Felipe de Montmorency-Nivelle, conde de Horn, ni Luis de Requesens (1573-1576), ni Juan de Austria (1576-1578), ni Alejandro Farnesio (1578-1592) consiguieron doblegar la rebelión de los “mendigos del Mar” calvinistas. Alternando procedimientos suaves con otros métodos muy enérgicos, no consiguieron aplacar la sublevación de los Estados Generales y la definitiva emancipación de Holanda, Zelanda y el resto de las Provincias Unidas, cuya independencia fue reconocida por Inglaterra y Francia en 1596 y por la propia España años después de la muerte de Felipe II.

En cambio, consiguió un gran triunfo político al conseguir la unidad ibérica con la anexión de Portugal y sus dominios, haciendo valer sus derechos sucesorios en 1581 en las Cortes de Tomar, un año después de reclamar el trono portugués por ser nieto de Manuel I el Afortunado. Felipe II falleció el 13 de septiembre de 1598 en El Escorial, cuatro meses después de acordar con el rey francés Enrique IV la citada Paz de Vervins y de nombrar a su propia hija Isabel Clara Eugenia gobernadora de los Países Bajos. Le sucedió su hijo Felipe III.