Carlos III

Carlos III (1716-1788), rey de las Dos Sicilias (1734-1759) y rey de España (1759-1788), el representante más genuino del despotismo ilustrado español. Después de que su padre invadiera en 1734 Nápoles y Sicilia, al año siguiente, y por medio de la firma del Tratado de Viena —que ponía fin a la guerra de Sucesión polaca—, fue reconocido como rey de las Dos Sicilias (título que recogía los dos reinos italianos de Nápoles y de Sicilia, que ya ejercía desde un año antes) con el nombre de Carlos VII. Como tal, adoptó reformas administrativas considerables y llevó a cabo una política de obras públicas que embellecieron la capital napolitana.

La Puerta de Alcalá, uno de los principales emblemas de Madrid, es obra del arquitecto italiano Francesco Sabatini. Este monumental arco de triunfo se construyó entre 1764 y 1776 para conmemorar la entrada del rey Carlos III en la capital española.

En 1759, accedió al trono español, tras producirse el fallecimiento de su hermanastro, Fernando VI. Fue consciente de su papel político y ejerció como un auténtico jefe de Estado. Su reinado español puede dividirse en dos etapas; el motín contra Leopoldo de Gregorio, marqués de Esquilache (1766), es la línea divisoria entre ambas.

Primera fase de su reinado español

El reinado de Carlos III (1759-1788), marcado históricamente por hechos puntuales como el motín de Esquilache o la expulsión de los jesuitas, supuso para España la etapa de más estricta aplicación política del despotismo ilustrado, debido en gran parte a la personalidad del propio soberano. En este cuadro, Carlos III comiendo ante su corte (Museo del Prado, Madrid), obra de Luis Paret y Alcázar (c. 1772), podemos observar el refinamiento cortesano que caracterizó al entorno regio durante su gobierno.

En el primer periodo, los políticos más destacados fueron Ricardo Wall y Devreux, Jerónimo Grimaldi, el marqués del Campo del Villar y el marqués de Esquilache. El equipo de gobierno llevó a cabo una serie de reformas que provocaron un amplio descontento social.

Segundo periodo

Carlos III, cazador es el título de esta obra de Francisco de Goya, pintada hacia los años 1786 o 1788 y que se encuentra en el Museo del Prado (Madrid, España), donde podemos observar al rey español en una de sus representaciones más célebres.

El conde de Floridablanca fue la principal figura política de la última fase del reinado del monarca español Carlos III (e, incluso, de los cuatro primeros años de la monarquía de Carlos IV). Su nombre aparece asociado a una institución de la que fue su inspirador y único jefe: la Junta Suprema de Estado (conocida también como Junta de Estado). Aquí podemos observar la reproducción de un retrato suyo hecho por Francisco de Goya (c. 1788) y conservado en el Museo del Prado (Madrid).

El conde de Aranda, cuyo nombre completo era Pedro Pablo Abarca de Bolea y Giménez de Urrea, distinguido militar e importantísima figura política de la segunda mitad del siglo XVIII español, pasó los últimos años de su vida desterrado, primero en distintos puntos de Andalucía y, finalmente, en su casa solariega de Épila (Zaragoza), donde falleció.

El Domingo de Ramos (23 de marzo) de 1766 estalló el motín en Madrid y en varias provincias, de forma muchas veces simultánea. En las provincias se gritaba además contra los especuladores, representantes del poder local. La política pasó a estar en manos de una serie de administradores e intelectuales nuevos, como José Moñino, conde de Floridablanca, Pedro Rodríguez Campomanes, Pedro Pablo Abarca, conde de Aranda, o Gaspar Melchor de Jovellanos, que aseguraron una continuidad en las reformas.

El siguiente fragmento es un extracto del capítulo dedicado al estudio de las colonias hispanoamericanas durante el reinado de Carlos III (1759-1788), que forma parte de un ensayo en el cual el historiador español Antonio Domínguez Ortiz glosa la figura de ese monarca de la Casa de Borbón.

Al margen de este hecho, el segundo periodo del reinado español de Carlos III se caracteriza por una profunda renovación en la vida cultural y política. De la primera cabe destacar el intento de extensión de la educación a todos los grupos de la sociedad, mediante el establecimiento de centros dependientes de los municipios o de las Sociedades Económicas de Amigos del País, la creación de escuelas de agricultura o el equivalente a las de comercio en diversas ciudades, las propuestas de reforma de los estudios universitarios (1771 y 1786) y, en fin, el estímulo de la actividad de la Real Academia Española, cuya Gramática castellana (1771) se impuso como texto en las escuelas. De las innovaciones políticas sobresalen: la reforma del poder municipal y las propuestas económicas, cuyas líneas más significativas fueron la remodelación monetaria y fiscal, los intentos de modernización de la agricultura y la liberalización de los sectores industrial y comercial.

El más importante miembro del movimiento ilustrado en España fue, sin duda, el asturiano Gaspar Melchor de Jovellanos. Este excelente retrato suyo, pintado por Francisco de Goya en 1797, cuando aquél desempeñaba el cargo de secretario (ministro) de Estado y del Despacho de Gracia y Justicia, se encuentra en el Museo del Prado (Madrid).

El naturalista José Celestino Mutis fue uno de los más brillantes representantes españoles de la revolución científica que durante el siglo XVIII se extendió por Europa. Seguidor de las teorías de Nicolás Copérnico y de Isaac Newton, dirigió la Real Expedición Botánica del Nuevo Reino de Granada, que proporcionó amplios conocimientos sobre los actuales territorios colombianos, especialmente acerca de su flora. La Real Expedición, que comenzó en 1783, con el apoyo del virrey Caballero y Góngora y la aprobación de Carlos III, se prolongaría durante 33 años (tras la muerte de Mutis, en 1808, fue continuada por su sobrino, Sinforoso Mutis Consuegra).

El 26 de junio de 1766, un Real Decreto establecía que en todos los pueblos de más de dos mil vecinos se nombraran cuatro diputados del común, que intervinieran con la justicia y los regidores en los abastos del lugar. La reforma, que fue perfilada con sucesivas órdenes, suponía sobre el papel una grave amenaza para el monopolio de las oligarquías urbanas.

El rey español Carlos III aceptó, en 1788, patrocinar la expedición científica y política proyectada por el marino de origen italiano Alejandro Malaspina. La fotografía reproduce la obra Puerto del desengaño en la costa Noroeste, tinta a pluma y aguada de Juan Ravenet (pintor miembro de la expedición Malaspina, 1791), que se conserva en el madrileño Museo Naval.

En la expedición Malaspina (1789-1794) figuraron científicos y artistas, tales como Antonio Pineda, Felipe Bauzá, Dionisio Alcalá Galiano, Juan Gutiérrez de la Concha, Fernando Brambila y Juan Ravenet. Los numerosos materiales reunidos, así como los informes y estudios a que dieron origen, se fueron acumulando en instituciones como el Real Jardín Botánico y el Real Gabinete de Historia Natural, en Madrid. El Real Jardín Botánico de Madrid, fundado en 1755 por el entonces rey de España, Fernando VI, se ubica junto al Museo del Prado desde 1781, por orden del sucesor de aquél, Carlos III.

Las medidas más significativas en política monetaria fueron: las remodelaciones de marzo de 1772; la emisión de vales reales, el primer papel moneda de España, iniciada en septiembre de 1780; y la creación del Banco de San Carlos, en julio de 1782. En el terreno fiscal sobresalió, sin duda, el intento de establecimiento de la contribución única.

En 1787, Carlos III aprobó la creación de un nuevo órgano de gobierno, la Junta de Estado, a instancias del marqués de Floridablanca. El monarca falleció el 14 de diciembre de 1788 en Madrid, y fue sucedido por su hijo Carlos, que pasó a reinar como Carlos IV. De entre los otros doce hijos que tuvo de su matrimonio con María Amalia de Sajonia, destaca Fernando I de Borbón, rey de las Dos Sicilias, el cual, desde 1759, le había sustituido como rey de Nápoles. Reservados todos los derechos.