Mito alimenticio tercero

Puesto que la causa real del hambre no es la escasez de alimentos, el incremento de la producción, por sí mismo, nunca la eliminará. De hecho, una concepción miope, centrada en el mero incremento de la producción, ha logrado en muchos países que aumente la cantidad de alimentos por persona, pero en estos mismos países se observa ahora más hambre que antes. No se trata de una simple coincidencia.

Cuando la nueva tecnología agrícola se incorpora a un sistema basado en desigualdades del poder, sólo beneficia a quienes poseen alguna combinación de tierra, dinero, crédito e influencia política. Esta discriminación ha bastado para excluir a la mayor parte de la población rural del mundo y a todos los hambrientos.

La productividad que puede obtenerse con las nuevas tecnologías atrae a una nueva clase de productores prestamistas, burócratas, especuladores urbanos, corporaciones extranjeras. Su irrupción infla los precios de la tierra, que en las áreas de la revolución verde en la India, por ejemplo, subió de tres a cinco veces en pocos años.

Las rentas se elevan en la misma proporción que el valor de la tierra, expulsando a los propietarios y medieros de las filas de los campesinos sin tierra. Ante las nuevas posibilidades de ganancia, los latifundistas expulsan a los pequeños propietarios y cultivan la tierra con la nueva maquinaria agrícola.

Al centrar la atención en el monto total de la producción, el desarrollo rural se ha transformado en un problema técnico: el de proporcionar los insumos adecuados, por lo general producidos en el exterior, a los agricultores modernos, que invariablemente se encuentran en buena posición.

Nos referimos a este enfoque centrado en la producción como un enfoque miope precisamente porque ignora la realidad social del hambre: «que los hambrientos son aquellos que controlan pocos o nulos recursos para producir alimentos.

La modernización agrícola no es más que un espejismo de desarrollo rural, un espejismo que socava los intereses de la mayoría de la población rural, a fin de servir las de unos cuantos grandes terratenientes, prestamistas, industriales, burócratas e inversionistas extranjeros.

La verdadera tarea consiste en iniciar la transformación social que permitirá a los hambrientos ser los que tomen las decisiones y por ende sus beneficiarios, liberando la gran potencialidad de la gente que desarrolla conjuntamente sus propias habilidades y recursos locales.

Este es un genuino desarrollo rural. En los países en los que los recursos agrícolas son todavía considerados como fuente de riqueza individual, la orientación miope que busca incrementar los montos totales de la producción termina por excluir a la mayoría de los habitantes rurales del control de los procesos productivos. Según hemos podido observar, ser excluido de la producción significa ser excluido del consumo.