Reconocimiento del campo visual

Cuando el primer trazo de lápiz mancha la hoja de papel, empezamos a enfrentarnos con los problemas de la composición. El rectángulo por sí solo es una forma geométrica estática, pero cualquier cosa que se introduzca en él, incluso el trazo más insignificante, destruye ese equilibrio y altera nuestro modo de percibir el rectángulo.

Existe una relación entre el rectángulo y ese trazo. Por ejemplo, si hacemos una marca en el extremo superior derecho del rectángulo, nuestra mirada se verá inmediatamente atraída por este punto. Si se elabora un poco más la composición mediante la incorporación de cuadros grandes y pequeños y de líneas convergentes, entrarán en juego nuevas fuerzas direccionales.

Si se incluye el tono mediante la incorporación de zonas más oscuras, se crearán más cambios en el equilibrio original del rectángulo. Si introducimos formas curvas en el rectángulo también alteramos, nuevamente, el equilibrio.

Una de las características que distinguen al dibujo es su extremada flexibilidad.

Tan fácil como resulta cambiar los trazos del dibujo es cambiar la forma del rectángulo que sirve de soporte. Si el papel resulta ser demasiado grande puede cortarlo a la medida necesaria, y si el dibujo crece tanto que sale de los límites de una hoja de papel, se le pueden añadir más hojas para ampliarlo.

No existe ninguna razón por la cual no se pueda realizar un dibujo dentro de un círculo o de un óvalo, aun cuando la mayoría de los dibujos son rectangulares. Las formas rectangulares, según si son verticales u horizontales, reciben los nombres de “formato para figuras” y “formato para paisaje”, respectivamente. La tradición dictó que se pintaran o se dibujaran estos dos temas en soportes que tuvieran esos dos formatos, aunque se puede utilizar cualquier otro; uno vertical para paisaje puede ser muy efectista cuando se quiere poner el énfasis en esa disposición. Lo realmente importante es que el formato haga de vehículo para la imagen.

A pesar de que no siempre sea necesaria la creación de una composición formal circunscrita a los límites del sustrato de bocetos, en ocasiones, el equilibrio de los elementos y las relaciones que se establecen entre una forma y otra constituyen el centro de interés visual del trabajo.

Una de las reglas básicas de la composición es que nunca se deben hacer divisiones geométricas de la superficie pictórica. Aunque se puede equilibrar una composición trazando en el lado derecho una línea idéntica a la situada en el extremo izquierdo, esta organización del espacio crea un equilibrio estático parecido al que podemos encontrar en los dibujos basados en la repetición de una forma.

Un cuadro necesita una composición mucho más compleja y sutil que la repetición, y el equilibrio que se crea debe ser un poco evidente. Un dibujo posee una buena composición cuando mantiene el interés del espectador después de haberlo mirado con detenimiento. Ver un buen dibujo debería ser como pelar una cebolla: cada una de las capas nos sorprende con nuevas revelaciones.

Sin embargo, en arte no hay reglas que no se puedan romper, y hay artistas que consiguen que las composiciones simétricas funcionen bien. Lo realmente importante es que siempre se debe tener en cuenta y respetar la composición en un dibujo o en una pintura, pero del mismo modo que seguir las normas no es garantía de éxito, las transgresiones de las mismas tampoco llevan, necesariamente, al fracaso.

Fuente: Apunte Técnicas de Bocetaje de la U de Londres