Argumentos críticos a la ley federal del trabajo

Algunos de los argumentos críticos que se hacen a la vigente Ley Federal del Trabajo son los siguientes:

Que las Juntas de Conciliación y Arbitraje se están convirtiendo en protectoras de una sola de las partes del juicio laboral, es decir, del trabajador, al ejercer la suplencia de la queja, lo que rompe con el principio de la igualdad o paridad de las partes en el juicio, pues no ve la Ley con igualdad a ambas partes o a ambos derechos ejercitados, sino sólo al del trabajador, que es el único que si podrá contar con la asistencia, protección y ayuda de la autoridad del Trabajo, lo que también va contra la imparcialidad, que debe ser característica de toda ley.

Que si en nombre de la función tutelar del Derecho del Trabajo, se sobreprotege al obrero con paternalismos, se le hace inseguro, dependiente y se le atrofian sus capacidades, pudiendo llegar a suplantarle su esfuerzo personal, libre y creador.

Que la Ley Federal del Trabajo debe beneficiar realmente al trabajo, con verdadera justicia y equidad, y no solamente a uno solo de los factores de la producción, que esta Ley debe basarse en un pensamiento humanista general y no sectario; que no deben existir leyes que protejan al laborante flojo, incapaz e improductivo.

Que el Derecho del Trabajo no debe partir del supuesto de la lucha de clases, pues así, sólo podría aspirar al equilibrio de fuerzas y nunca a la solidaridad, que es complementación y unidad, que debe ser la finalidad fundamental de esta Ley.

Que el descanso, vacaciones, aguinaldo y tantos otros incentivos y reconocimientos laborales, no deben verse como metas del trabajador, sino como complemento y atributo del trabajo mismo; y

Que cuando el Derecho Laboral exagera el papel protector al trabajador, genera disposiciones que desalientan la creación de nuevas fuentes de trabajo y producción, en evidente perjuicio del propio trabajador y de la economía y progreso del país.

En nuestra opinión la Ley del Trabajo si debe contemplar con particular interés a la parte trabajadora que a veces es la parte más débil de la relación laboral, pero debe proyectarse con sentido más amplio y universal de justicia y solidaridad en beneficio de toda la sociedad; no debe preterir o desconocer la importancia de la empresa o patrón como fuente de trabajo y motor fundamental de la economía y del desarrollo del país.

Asimismo debemos tener presente que con frecuencia el poder, la capacidad de acción y la influencia social y política de las centrales obreras del país, son en la actualidad más fuertes y decisivas que las de muchas empresas y patrones.

Tampoco debe olvidarse que así como sin el trabajador, no existiría la empresa, sin el empresario tampoco existiría el trabajador.

Por otra parte, por algunos estudiosos de esta materia, se afirma que en realidad la Ley Federal del Trabajo no se aplica en nuestro país en la forma que la misma prescribe, que es una Ley hecha para la exportación.

El líder del llamado movimiento obrero organizado y secretario de la CTM afirma que la Ley Federal del Trabajo ya resulta obsoleta, que es una realidad que las disposiciones actuales de los Contratos Colectivos de Trabajo, han sobrepasado las contenidas en la Ley Federal del Trabajo vigente, pues los convenios colectivos han logrado mejores condiciones de trabajo a favor de la clase laborante.

En nuestro criterio personal a ese respecto consideramos, que aunque se promulgue una nueva y más avanzada Ley Federal del Trabajo, siempre será sobrepasada en muchas de sus disposiciones, por los convenios o contratos colectivos de trabajo, ya que una de las finalidades de éstos es, precisamente, lograr mejores prestaciones y más benéficas condiciones de trabajo que las señaladas en la Ley.

Desde nuestro mexicano punto de vista, también podemos tener cierta preocupación por las pequeñas empresas que no cuentan con los recursos económicos para modernizarse y ser competitivas o que no elaboran productos de óptima calidad.

A dichas empresas, en el mejor de los casos, les espera la quiebra. Se afirma que nuestra inflación bajará al 15%, que la iniciativa privada mexicana, al iniciarse las negociaciones oficiales, «estará pendiente en el cuarto contiguo» y que el deslizamiento de nuestra moneda se reducirá de 40 a20 centavos por día.

Nos dicen también que se espera una inversión foránea de 11 500 millones de dólares, que el ingreso real se elevará en un 4.6% y el empleo en un 6.6%

Ojalá sea cierto. Ahora bien, ¿cuáles son las repercusiones que el Tratado de Libre Comercio puede tener en nuestra legislación laboral?

Pensamos que la primera y más importante repercusión se verificará en el salario y en las discusiones de los contratos colectivos de trabajo. En el salario, porque entre el salario mínimo de nuestros vecinos y el nuestro existe cierta diferencia.

Mientras que el salario mínimo en Estados Unidos y Canadá es de cuatro dólares por hora más o menos, nuestro salario mínimo es de cuatro dólares por día; menuda diferencia.

Con el tratado y esto nos va a beneficiar ya nadie va a poder pagar nuestro miserable salario mínimo, pues nadie, absolutamente nadie, va a querer trabajar por dicho salario.

O capacitamos y adiestramos a nuestros trabajadores o no podremos salir adelante. ¿Qué vamos a poder vender a Estados Unidos? ¿Artesanías?

Esperamos y confiemos que con el Tratado de Libre Comercio podamos empezar a salir del Tercer Mundo al que pertenecemos y que por lo visto, y como dice Néstor de Buen Lozano, va que vuela para el Cuarto Mundo.

Un poco en broma pero también muy seriamente se nos dijo que tenemos que hacer nuestro mejor esfuerzo para poder negociar en forma favorable el tratado, en virtud de que Dios es estadounidense, vive en California, hace negocios en Nueva York y en diciembre se va de vacaciones a esquiar a Vail.

Todo ello, aunado a la devastadora fuerza para negociar que tiene Caria Hills, hace que las cosas se vean muy difíciles para México, máxime que en noviembre de 1991 la popularidad del presidente Bush se desplomó en el estado de Pennsylvania, donde el Partido Demócrata derrotó al Republicano, obteniendo el escaño vacante del Senado.

Como los demócratas no simpatizan con la celebración del tratado, consideramos muy difícil que éste se llegue a firmar antes del mes de noviembre de 1992.

En la discusión de los contratos colectivos de trabajo que se celebren en el futuro se presentará el problema de la libertad sindical y de asociación profesional, debido a las anticonstitucionales cláusulas de exclusión que indebidamente permite nuestra ley laboral en su artículo 395.

También habrá problemas con la llamada «reinstalación obligatoria», ya que como se sabe las obligaciones de hacer no son de ejecución forzosa y en todo caso la negativa a reinstalar se debe traducir en el pago de una indemnización de tres meses de salario y 20 días por cada año de servicios, sin que el trabajador piense que puede obligar a su patrón a proporcionarle trabajo y reinstalarlo, lo cual, además, va en perjuicio del propio trabajador pues nunca se le permitirá trabajar con tranquilidad.

En el mes de septiembre de 1991 el lic. Onésimo Flores Rodríguez organizó en la hermosísima Atenas de México, Saltillo, Coah., un simposio sobre el tratado en la Facultad de Derecho de la Universidad de Coahuila, en donde distinguidos expertos y maestros estadounidenses expusieron sus muy autorizadas opiniones al respecto.

En México, no podríamos hablar del Tratado de Libre Comercio sin mencionar la increíble y patriota labor que sin descanso ha realizado el lic. Jaime Serra Puche, Secretario de Comercio de nuestro país.

Finalmente, el joven e inteligente economista mexicano Carlos Fritsch observa que en esta época de cambio acelerado se han invertido los papeles y los demócratas de Estados Unidos, que eran los que más simpatizaban con nuestra forma de gobierno, son los principales opositores del Tratado de Libre Comercio y el Partido Republicano estadounidense es el que ahora lo apoya y defiende. Tiene toda la razón del mundo.

Por lo demás estimamos que los mexicanos no debemos precipitarnos para firmar el tratado antes del mes de noviembre de 1992 como se desea hacerlo, ya que sería peligroso para nosotros negociar los renglones agropecuarios y automotrices en forma acelerada. Lo ideal es que se vaya firmando por partes, primero en lo que ya no haya problemas, dejando para el año próximo o 1994 los renglones encorchetados.