La “lectura – escritura” en la producción del texto

“Admiten que los inventores de la escritura imitaron los veinticinco símbolos naturales, pero sostienen que esa aplicación es casual y que los libros nada significan en sí.

Ese dictamen, ya veremos, no es del todo falaz.”

Jorge Luis Borges, La biblioteca de Babel

La palabra escribir ha tenido siempre un sentido de representación, sin embargo, esta cualidad ha permanecido oculta bajo la capacidad ilocutoria de la escritura alfabética.

El diccionario de la Real Academia Española, el más conservador libro de las palabras ya le otorga un sentido más amplio incorporando la representación de las ideas mediante el uso de letras u otros signos.

En un sentido estricto, escribir es representar las palabras o las ideas con letras u otros signos trazados en papel u otra superficie.

La escritura, no sólo en castellano sino en general, se refiere a todo tipo de signos gráficos. Desde la convención matemática hasta la notación musical, pasando por los ideogramas y los jeroglíficos, los diagramas o los emblemas.

La escritura no sólo es alfabética, no sólo representa el habla, sino que va más allá de la fonética y de la palabra para convertirse en una forma de representación del pensamiento y de las ideas como bien dice el diccionario de la RAE.

La escritura es una tecnología para preservar la memoria colectiva. Es una tecnología sofisticada que precisa de aprendizaje de códigos de escritura-lectura, de herramientas y de superficies que sirvan como soporte.

La escritura empezó siendo una forma de calcular y de registrar.

Esta doble función, una operativa y otra memorística, contribuyó a una idea mágica del escriba, que empezó a organizar lo real a la medida del espacio de representación, para operar con los signos.

La librería, la biblioteca impuso su orden, el orden de la cuadrícula y del alfabeto, que desde el escriba sumerio hasta nuestros días han configurado el mundo.

Fuente: Taller de Tipografía Avanzada de la U de Londres