La tipografía como signo

La convención es resultado de un proceso continuo y tedioso.

«El lenguaje se compone de signos percibidos por los sentidos, que siempre hay que considerar y entender bajo tres aspectos: manifiestan la situación o la intención del emisor (expresión, síntoma).

influyen en el receptor (apelación, señal) y transmiten información sobre objetos y hechos (representación, símbolo).»

Signo:’ «una referencia intuitiva a un objeto (lo de-signado)…» «pueden ser oídos (lenguaje hablado, música) o vistos (escritura, gestos, señales marítimas), tactados (golpes, braille) u olidos (señales olfatorias con las que marca un animal su terreno)”.

En este contexto, el problema del reconocimiento de caracteres tipográficos incluye entonces el de la percepción de la forma, la memoria y el aprendizaje, y postula la diferencia entre ver y reconocer, subrayando la necesidad de establecer jerarquías dentro de las representaciones visuales con el fin de resolver satisfactoriamente el cúmulo de señales que llegan al sistema visual y perceptivo.

El tema aquí referido ha estado dirigido preferentemente a la comprensión y verificación de procesos de representación perceptiva como los mecanismos que permiten la comparación, decisión y generación de las respuestas.

Como se sabe, frente a la semántica propia de cada signo alfabético existen rasgos característicos que, si se mantienen in alterados frente a distorsiones y/o desplazamientos de su caja, garantizan el reconocimiento. Un caso particular de esto es el de la escritura manuscrita.

Resulta evidente que la precisión en la definición de los rasgos, en lo que respecta a la legibilidad, va más allá de la idea de combinación de formas contrastantes, redondo y recto, ancho y angosto, fino y grueso, etc.’

En consecuencia, de no ajustarse los rasgos en cada carácter, su reconocimiento puede derivar en situaciones ambiguas.

Frente a algunas «manchas» que ofrecen una imagen muy alejada de signo alguno, pero que presentan indicios de estos rasgos estructurantes, el observador «detona» su respuesta identificando la letra, casi como siguiendo un plano de ruta previamente construido.

Un ejemplo especial para comentar es el de signos fácilmente confundibles, como la S y el 5. Algo similar puede suceder entre la E y la F.

Esta facilidad de alternar la figura y su fondo, que nosotros consideramos preatentiva, habla del grado de independencia que puede alcanzar el sistema visual al realizar una tarea de reconocimiento.

En efecto, los diseñadores preconizan el reconocimiento de los signos más desde la contraforma que por la forma. Si bien este aserto no es convalidado estrictamente por el experimento, se presenta coherente con él.

Fuente: Taller de Tipografía Avanzada de la U de Londres