Los primeros amigos

Desde muy pequeño, el niño manifiesta curiosidad por otros bebés e intenta relacionarse con ellos

Se inclina para tocarles la cara, gatea para estar cerca, se comunica con ellos por medio de sonidos o gestos.

A medida que crece, tiene más necesidad de compañeros de juego.

A partir del año y medio es conveniente propiciar que nuestro hijo se relacione con niños de su edad y juegue con ellos libremente. Ver a dos niños pequeños jugando juntos es maravilloso.

Están uno al lado del otro y pareciera que nunca se ven. Pero si uno da una palmada, agita la cabeza o construye una torre con dados, el otro hace lo mismo.

Hay un gran aprendizaje en esta imitación, cada uno observa en el otro conductas que los adultos no podemos enseñarle.

El pequeño descubre que las relaciones con niños son diferentes al trato con adultos

No es lo mismo tomar el carrito que su papá tiene en las manos que pedírselo al niño que está jugando con él.

En el trato con niños de su edad, el pequeño conoce sus fuerzas y debilidades; a veces es aceptado y otras rechazado; a veces le toca dar y otras recibir. Aprender todo esto lleva su tiempo y requiere un enorme esfuerzo.

Para el niño de uno o dos años es muy difícil comprender los sentimientos de los demás

Cuando juega con otros, puede tener problemas en cualquier momento. A veces muerde, jala el cabello, pega o empuja. En realidad el niño no quiere lastimar.

No entiende que las mordidas o los golpes duelen y, cuando el otro niño llora, él está tan atemorizado como el que recibió la mordida.

Cuando esto sucede, es necesario consolar a los dos niños. A uno porque está dolido y sorprendido, y al que mordió o golpeó porque está asustado con lo que hizo.

Hay que hablar calmadamente con él, hacerle ver que comprendemos sus sentimientos, pero no podemos aceptar su conducta.

Decirle: “Tú querías el osito, por eso te enojaste.

Pero a nadie le gusta que lo lastimen. A ti tampoco te gustaría”.

Al niño lastimado es inútil decirle que no se deje. Él todavía no sabe cómo defenderse y podría sentirse avergonzado o incapaz.

Cuando dos niños pequeños juegan juntos, hay que mantenernos cerca. Dejarlos en libertad, pero estar atentos para evitar que se lastimen.

Si el pleito no es grave ni peligroso, ellos solos deben resolver el problema. Así aprenderán poco a poco a controlarse.

Hacia los tres años, el pequeño se interesa por actividades fuera del hogar y busca a otros niños y niñas con mayor insistencia

A los niños de tres años les encantan los juegos en que imaginan juntos situaciones fantásticas.

Sin embargo, todavía están centrados en sí mismos y no siempre son capaces de entender y respetar los deseos de los demás ni de compartir sus juguetes y su espacio.

Esta falta de madurez causa la mayoría de las disputas.

Es importante respetar sus juegos y no interrumpirlos.

Sólo cuando no puedan solucionar el conflicto, por ejemplo, cuando se pelean por el mismo objeto, conviene ayudarlos: “Juanito: tú das dos vueltas en el triciclo y luego le toca a Luis.

Cuando Luis termine sus dos vueltas te lo regresará”.

Algo que suele funcionar es repartir los juguetes uno por uno, o contar las veces que hacen alguna actividad o medir el tiempo.

Esto da a los niños un sentimiento de justicia que les ayuda a interactuar con más tranquilidad.

Pero debemos intervenir lo menos posible y dejar que aprendan a resolver ellos solos sus diferencias.

Con el tiempo, serán capaces de ponerse de acuerdo para crear un juego más rico, divertido e interesante.

El signo de que un niño madura es que toma en cuenta las necesidades de otros

A medida que crece, el niño descubre que los demás también tienen deseos y necesidades, que todos son iguales y él tiene que considerarse uno más del grupo.

Cada vez son menos los pleitos, y más los contactos amistosos; aunque todavía discute, se reconcilia con rapidez y facilidad.

Cuando entra al preescolar comienza a comprender que su libertad es limitada y que debe adaptarse a ciertas reglas para poder participar en un juego.

En la escuela tiene que compartir, esperar su turno, pedir lo que desea y poner en palabras sus sentimientos.

Tiene que aprender a defender sus derechos y a respetar los de los demás, a expresar sus desacuerdos sin agredir, a observar y participar y a sentirse seguro en el trato con sus compañeros.

Luchando y aprendiendo a ceder y hacer acuerdos aprende mucho más de la convivencia y de la amistad que lo que cualquier adulto pudiera enseñarle.

Éste es un aprendizaje de muchos años

Se va logrando poco a poco y a veces puede no ser fácil. El niño requiere nuestra comprensión y nuestro apoyo, necesita sentir que estamos de su lado y cuenta con nosotros.

Un niño tímido quizá requiera más estímulos para enriquecer su juego imaginativo o más oportunidades de tratar a otros chicos en un ambiente protegido.

Un niño agresivo precisa que le ayudemos a buscar formas de solucionar los conflictos tomando en cuenta su punto de vista y también el del compañero.

Si los pleitos son frecuentes, es necesario tomarlos en serio, averiguar qué le sucede y contemplar si está viviendo momentos difíciles en casa, si está enojado, triste o inseguro.

Tenemos que enseñarle las reglas básicas de la convivencia, tratar de facilitarle otras maneras de expresar sus sentimientos y poner límites a su conducta para evitar que los demás niños lo aíslen o le hagan daño.

La manera en que aprende a convivir el niño cuando es pequeño va a reflejarse en su vida adulta

La convivencia infantil es la preparación para la solidaridad y la amistad. Los padres no podemos hacer amigos por nuestro hijo pero sí podemos enseñarle a relacionarse.

Podemos mostrarle cómo nos llevamos con nuestros amigos, si los respetamos, los apoyamos, hablamos bien de ellos, les tenemos cariño.

Con el ejemplo, le mostraremos cómo consolar, ayudar, compartir, cooperar, proteger y defender a otros.

Así, sin forzarlo ni exigirle, vamos fomentando en él un interés genuino por el bienestar de otras personas.

Pruebe algunas de las siguientes recomendaciones

– Fomente la relación de su hijo con otros niños invitando amiguitos a casa y llevándolo donde haya chicos de su edad.

– Si se dan desacuerdos, intervenga lo menos posible y evite calificativos como: “Eres un mal niño, grosero, egoísta”.

– Si tiene que intervenir en un conflicto, trate de no tomar partido. Permita que los niños expresen su punto de vista y entiendan el de los otros.

– Si necesita llamar la atención a su hijo, no lo haga delante de los demás ni juzgue su conducta con severidad.

– Los papás que son capaces de hablar de lo que sienten y también de escuchar a su hijo, le aclaran al niño sus propias emociones y le enseñan formas de expresarlas adecuadamente sin ofender.

– Trate de hacer comprender a su hijo los sentimientos de los demás. Tenga paciencia, lleva tiempo aprender esta habilidad.

– Enseñe a su hijo la importancia de la amistad.

Fuente: Guía para padres de la Consejería de Educación y Cultura del gobierno de Extremadura