Ética como ciencia y como arte

Se ha expresado el punto de vista de que la ética podrá constituir un estudio interesante, pero que nunca sería en cambio, una ciencia. Y es que el mundo científico se encuentra todavía en gran parte bajo el hechizo de aquel modo de pensar del siglo XIX iniciado por Augusto Comte y conocido como positivismo, que elimina toda metafísica de la filosofía y restringe el conocimiento científico a hechos y relaciones entre hechos.

Según este punto de vista, el método científico es un método de medición matemática exacta, en tanto que virtud y el vicio nunca pueden medirse en esta forma; la ciencia procede mediante predicciones basadas en hipótesis y seguidas de verificación experimental, en tanto que la conducta humana, sobre todo si se la considera como libre, es demasiado imprevisible; la ciencia se ocupa de los hechos y de las leyes que los rigen, en tanto que la ética sólo se ocupa de opiniones y de lo que debería ser pero nunca es, totalmente; la ciencia se dedica al empeño obstinado de arrancarle a la naturaleza sus secretos, en tanto que la ética se pierde en la busca nebulosa de ideales y aspiraciones que siempre nos llaman, pero siempre se nos escapan.

La dificultad es semántica, en parte, y depende dela definición que formulemos de la ciencia. En efecto, si se define la ciencia de modo que sólo se aplique a las ciencias físicas y experimentales, entonces la ética no será una ciencia. Aristóteles tenía alguna intuición de esta ambigüedad cuando advirtió que la ética no podía ser una ciencia exacta y que no debemos buscar en ella más precisión que la que la materia admite. Pero aunque no sea una ciencia exacta, la ética puede designarse como ciencia, con todo, en el sentido amplio y filosófico del término. La palabra ciencia, en el sentido de cualquier cuerpo de conocimientos sistematizados, sigue siendo de uso corriente y no cabe duda que la ética es esto.

La definición de la ciencia como el conoci miento cierto de las cosas en sus causas es tradicional entre los filósofos, y la ética satisface a esta definición en grado eminente, porque estudia el objeto o la causa final de la vida humana, los principios y las leyes que rigen el uso de los medios para dicho fin y, al igual que toda otra ciencia, trata de establecer sus conclusiones con precisión demostrativa. Al igual que toda otra ciencia, incluida la física, la ética tendrá sus puntos de istav discutidos, pero se mostrará que estos giran alrededor de un núcleo sólido de verdades establecidas.

Y no es legítimo que un grupo de científicos excluya de consideración la materia de estudio legítimo de otra ciencia; se necesita, en efecto, la ciencia de lo que debe ser es en sí mismo un hecho que exige explicación, con exactamente tanta insistencia como el universo físico. Pero, ¿no es acaso la ciencia un arte, el arte de vivir bien, más bien que una ciencia? Es ambas cosas. En cuanto ciencia, descubre, explica y demuestra las reglas de la conducta apropiada.

Y en cuanto arte aplica estas reglas en un sentido muy amplio del término, a la conducta del individuo y se traduce en la buena vida realmente vivida. Una buena vida es, efectivamente una obra de arte. Pero es obvio, con todo que el arte de la ética ha de ser practicado por cada persona ella misma, en cuanto forjadora de su destino y escultora de su alma, ya que, en cuanto materia enseñada y aprendida, la ética sólo puede proporcionarle los principios con lo que se sitúa en la categoría de las ciencias.

Las ciencias son o teóricas o prácticas; son teóricas, si su objeto está en la mera contemplación de la verdad, y prácticas si se orientan también hacia la acción. Puesto que la ética tiene por objeto capacitar al individuo para actuar y vivir como es debido, es una ciencia práctica, que se sitúa en algún punto entre una ciencia puramente teórica y su arte correspondiente. (A. Fagothey: Ética, Teoría y Aplicación, Págs. 3 -4)