Inteligencia colectiva y corporaciones

Aunque las corporaciones responden al mercado, hacen uso de instrumentos ajenos al mismo (planes de negocio, jerarquías, controles) con el fin de alcanzar sus objetivos. Esto pone de relieve las siguientes interrogantes:

  1. ¿Qué actividades deben ser subcontratadas y cuáles no?
  2. ¿Deberíamos contar con un gran número de proveedores que compitan entre sí o deberíamos asociarnos con unos pocos proveedores?
  3. ¿Deberíamos integrar equipos destinados a cumplir una misión dada y que serán desmantelados no bien logren su cometido, o deberíamos mantener un equipo constante?
  4. ¿Es mejor contar con una jerarquía que dicte las estrategias a seguir o permitir que las ideas surjan desde los niveles que están en mayor contacto con los clientes?

No hay un modelo corporativo que sea capaz de responder a todas estas interrogantes o que cultive la inteligencia colectiva dentro de la organización. Los tres modelos normalmente utilizados para organizar una corporación son:

  1. Jerarquía vertical: los empleados siguen las órdenes de la gerencia sin cuestionarlas ni participar en la toma de decisiones.
  2. Desarrollar pequeñas unidades de trabajo o equipos: y permitir que cada equipo produzca sus propias ideas y las aplique con el fin de obtener sus objetivos.
  3. Crear equipos de trabajo ad hoc: es decir, integrar un equipo con los mejores expertos en diversas áreas, con el fin de cumplir una tarea determinada, y disolverlo una vez cumplida la misión.

Algunos negocios están tratando de combinar estos tres modelos. La idea es evitar los problemas propios de los grandes conglomerados, que están estructurados verticalmente y en los que casi ninguna idea surge colectivamente. Pero, lógicamente, la única razón para organizar un grupo de personas en una corporación es que juntas pueden ser más productivas e inteligentes que una sola persona. Para que esto sea así:

  1. Debe haber un flujo constante y actualizado de información: de modo que todos los individuos cuenten con la misma calidad de información.
  2. Los sistemas de retribución deben ser reestructurados: de modo que la gente sea retribuida conforme a su desempeño y no a las expectativas.
  3. Deben ser eliminadas las jerarquías demasiado rígidas, y la toma de decisiones debe ser extendida al mayor número posible de personas: de modo que las ideas puedan ser evaluadas de acuerdo con su valor intrínseco y no en relación con la jerarquía de quien la presentó.
  4. Es preciso que las ideas que provengan de abajo sean acogidas: en vez de contratar a un súper director ejecutivo que tome todas las decisiones.

El mejor modo de cultivar la inteligencia colectiva en una organización es propiciar los mecanismos necesarios para que la voz colectiva sea escuchada.