El color

Para poder percibir el color es necesaria una fuente luminosa. Sin luz no hay percepción visual. En 1704 Newton usó un prisma de cristal para analizar el fenómeno de los colores y estableció que la luz blanca del sol estaba compuesta de una serie de colores diferentes como se observa en el arco iris. Este conjunto de rayos procedentes de descomposición de una luz compuesta se denomina espectro.

La figura anterior ilustra un gráfico que muestra el orden y la longitud de onda correspondiente a cada color: rojo, naranja, amarillo, verde, azul, índigo y violeta. Se aceptan como siete pero más rigurosamente deberían también considerarse a los intermedios. Esta escala por ellos es arbitraria: algo más correcto es aceptar tres campos, cada uno de ellos con su respectivo conjunto de colores fundamentales, como se indica en el mismo dibujo. Estos tres campos corresponden a los colores naranja, verde y violeta.

Si disponemos el espectro en forma circular y dividimos al círculo en tres partes, el triángulo Hacia arriba indica los tres colores fundamentales primarios: azul, rojo y amarillo. El triángulo hacia abajo indica los tres colores compuestos de primer orden o secundarios. Hay seis colores más, unidos por un hexágono, y que se forman de la combinación en dos de los colores fundamentales o primarios, y sus componentes de segundo orden.

Las investigaciones que realizó Albert Munsell durante toda su vida para analizar el color, le permitieron comprobar que la sensación cromática tiene tres distintas dimensiones o propiedades del color a las que llamó; tono o tinta (hue) valor (value) y saturación (chroma).

La primera de ellas, el tono (o tinta) es la propiedad en virtud de la cual existe una afinidad máxima entre un color determinado y el color del espectro solar más próximo a él. Es la correspondencia entre un color y su respectivo del espectro. Donis Dondis también utiliza el término matiz, del inglés hue .

La segunda dimensión, el valor – a la que trataremos en el inciso siguiente es aquella propiedad en virtud de la cual existe una afinidad máxima entre cada color o tono posible y un punto de una escala de grises que se extiende del negro, el de valor más bajo, al blanco, el de valor más alto. A los colores con alto valor los llamamos claros, y a los poseedores de bajo valor, oscuros.

La tercera propiedad a la que Munsell llamó saturación, es la fuerza, brillantez, cromaticidad o distancia psicológica que separa al color del gris neutro de igual valor.

Un color saturado es un color que tiende a la pureza. Uno desaturado es un color puro al cual se le ha agregado blanco, negro o gris. Un ejemplo nos ayudará a fijar estos conceptos. Veamos el color de tres elementos: el girasol, la arena húmeda y una tela negra desteñida. El tono o tinta de los tres es el mismo: el amarillo.

El girasol tiene valor alto, la arena húmeda valor medio y la tela negra desteñida valor bajo. El amarillo del girasol tiene alta saturación, el color de la arena húmeda es medianamente saturado y el de la tela negra desteñida es de baja saturación.

En estas condiciones la observación de la ilustración de una rosa puede concebirse con variantes: rosa puro, rosa grisáceo, rosa claro, rosa amarillento. La palabra rosa no fija un concepto definido sino que acepta una amplísima gama cromática que no puede ser definida con precisión mediante el agregado de adjetivos sino sólo a través del enunciado de las tres dimensiones cromáticas.

En relación a estos aspectos dimensionales del color, es oportuno aclarar que en nuestra actividad profesional utilizamos con frecuencia tintas saturadas de cualquier valor motivados por nuestra inclinación permanente a tratar de proveer a las formas de energía y vitalidad cromática.

Otra reiteración ha sido la de emplear los siete colores básicos del espectro, no sólo porque tienen fuerza visual sino porque además simbolizan la conjunción, dado que la luz solar es el resultado de la unión de todas las ondas espectrales.

Fuente: Apunte Taller de Diseño Gráfico Color de la U de Londres